miércoles, 20 de marzo de 2013

DESDE EL RECUERDO

Hubiese sido mejor haberlo publicado ayer, que se celebraba el día del padre, pero a mí las musas me hacen caso omiso, porque ayer no surgió nada aunque le di vueltas, y resulta que hoy, que ya no lo pensaba, tomaron el teclado por su cuenta y me han hecho escribir este pequeño relato. Yo, obediente, lo he plasmado en estas líneas que os ofrezco.


 TERAPIA PARA DOS

                -Mira- dice el hombre- en esta foto estamos tú y yo jugando al fútbol ¿te acuerdas? Con el balón rojo, el que se coló en el patio de don Anselmo y no nos lo devolvió porque le rompimos los gladiolos. Me debes una, nunca dije que habías sido tú el que había chutado.

                Detiene un momento  la narración, posando sus ojos en la mirada azulada que tiene en frente y que contempla sin palabras el álbum de fotos que reposa en sus rodillas.
                -Aquí  estamos con mamá, el día de tu cumpleaños.
                -Mamá- dice una vocecita casi inaudible señalando con el índice la imagen retenida entre las hojas del tiempo.
                -Eso es, mamá, muy bien.
                -¡“Apaaaa”!- sale de su boca desdentada mientras lanza un beso al aire.
                -¡Guapa!, claro que sí, “mamá muy guapa”- dice mientras le pasa un pañuelo bajo la barbilla.
                -“Pisesa”- pronuncia con dificultad.
                -Toda una princesa mamá, una princesa guapa-repite él  contemplándole con ternura-Y mira, mira esta. Los dos en el pueblo, con el caballo y los abuelos.
                No hay respuesta, solo la mano acariciando la fotografía, despacito, casi sin fuerza, como si tuviera miedo de romper la magia.
                -¿Sabes? Cuando venga el tiempo bueno te voy a llevar al pueblo y vamos a dar un paseo por allí, que en primavera se pone todo muy bonito.


                Cierra el álbum y lo devuelve a la estantería, mientras los ojos azules le siguen por la habitación pendientes de cada movimiento que hace.
                -Bueno, pues ahora vamos a leer un rato, tú una línea y yo dos, como siempre. Mira, hoy vamos a leer este que es de animales y de flores ¿Has visto?
                -No, no, no- y mueve las manos de un lado a otro mientras niega con la cabeza para que su postura no deje lugar a dudas de que ese libro no es el que quiere leer.
                -Bueno, bueno, pues el otro, el de todos los días, mira que eres… Venga, empieza tú.
                -Tú- responde  con una chispa de picardía en los ojillos- tú, tú, tú-insiste.
                -¡No eres listo ni nada! Las primeras líneas son más largas ¿eh? Vale, empiezo yo, pero  estate atento que me tienes que seguir. Allá voy:
      “La princesa no quiere un príncipe azul,
          ni ir por el castillo con trajes de tul”
-Ahora tú. ¡Papá, ahora tú! No te hagas el remolón.
                El anciano respira sereno dejando que el sueño repose suave sobre su cansada figura que apenas abulta levemente en el sofá.
                El hijo le cubre con la manta azul, raída como ella sola mientras en el baúl se mueren de aburrimiento tres o cuatro mantas nuevas que le han comprado pero que nunca podrán desterrar a la que le compró su mujer hace mil años.  Cierra el joven el  libro, el cuento  favorito de su padre, ese que habla de princesas que quieren casarse con hombres normales, de sueños cumplidos, de versos al aire…Se lo sabe de memoria, pero no se cansa de verlo, le encantan los dibujos llenos de vida, los campos pintados de colorines y hasta la pluma de pavo real que duerme la esperanza en el tintero de la niña princesa.
                Más tarde quizá lean otro poco, no conviene dejar que el olvido se apodere de él.
                Se queda un ratito sin moverse a su lado, sentado en el sofá, ajustando la manta al cuerpo del padre, se acatarra con tanta facilidad…
                Cierra los ojos él también y la penumbra del recuerdo se va instalando como una compañera más entre los dos.
                Hubo otro tiempo en que era su padre el que le contaba los cuentos, el que le arropaba y besaba su frente antes de dormir.
                Toma entre su manos la mano sarmentosa del anciano, y la roza con los labios.
-Te quiero, papá-murmura apoyando la cabeza en el respaldo del sofá, mientras el día se va apagando lentamente.


Para los hijos, para los padres, para el mío que siempre estará conmigo, para todos...


1 comentario:

  1. Felicidades, Beatriz, cómo me gustan tus historias... Te sigo desde que tu hermana Marián me lo comentó.

    Quiero dejarte un regalo:

    http://miamigojessmecuenta.blogspot.com/2013/03/agradecimientos.html

    Un saludo. MAYTE/MARESA

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