Estas vacaciones he tenido la oportunidad de escuchar una entrevista que se le hizo a Ana María Matute en 2010 con motivo de la publicación del libro “La puerta de la luna” en el que se recopila una buena parte de sus relatos.
Como tal necesidad, la escritura surge cuando menos se espera, también en un viaje, en un tren, en un momento de descanso o en el más ajetreado de los recorridos, cuando se puede coger un lápiz y garabatear en la servilleta de una cafetería, en el plano del metro, en el folleto del museo o, cuando no se tiene nada de eso a mano, ¡bendita tecnología!, en el móvil.
Fruto de esos ratos afortunadamente inevitables surgieron un par de escritos que espero que os gusten.
El primero va cargado de nostalgia, ese sentimiento que se cuela sin permiso, que serpentea en la vida y, sin billete ni nada, viaja a nuestro lado también en vacaciones.
Las promesas de amor que nos hicimos
que quedaron atadas a un candado
en el puente que tanto nos quisimos,
dime, ¿a dónde se han marchado?
Las miradas de los dos al infinito,
pasajeras del tiempo que soñamos,
golondrinas en busca de otras tierras,
dime, ¿a dónde habrán volado?
Las frases que tanto repetimos,
los poemas que juntos recitamos,
las caricias que siempre nos hicimos,
dime, ¿ dónde se han quedado?
¿Y los besos?
Los que quedan pendientes de otro día,
de encontrar el momento deseado,
de buscarse tu boca con la mía,
dime, ¿por qué no nos los damos?
escondida en el hueco que has dejado
en la página siguiente de mi vida,
de ese libro que nunca has terminado.
(Las imágenes son propias. La música es María Callas cantando "Lascia Ch`io pianga")
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