miércoles, 8 de julio de 2009

Cosa Mía

Como un pequeño adelanto de la novela que terminé hace un par de meses, os dejo este enlace en el que puede verse un power point, lo que se llama ahora "libro trailer", una forma de que el libro nos entre también con imágnenes y sonido, algo más para que el lector se deje envolver por la magia de la escritura.

http://www.beatrizberrocal.es/cosamia.pps

Espero que no os guste nada, porque el tema de la violencia de género no puede gustar a nadie, sólo quiero que guste la forma en la que está hecho, con respeto, pero con firmeza.
Hoy he recibido una carta de Sole, mi amiga argentina, fan incondicional de Tristán Saldaña (mi primer “hijo” de papel). En ella me dice que dos de sus alumnos, que no son aficionados a la lectura quedaron encantados con las historias de este “niño” al que le tengo tanto cariño como gracias a él he recibido de los chicos y chicas que lo han leído. Me cuenta cosas preciosas que me entran por los ojos y me salen por las manos en forma de letras, dirigidas en esta ocasión a esos dos niños argentinos que sin saberlo, a través de su profesora Sole, me han alegrado el día.
Tristán se ha empeñado en escribirles, este chico es así de espontáneo, así que, aquí va su escrito, espero que con él les llegue todo mi afecto, por niños como estos merece la pena seguir escribiendo.

Carta a Pablo Y Cristian:

Hola, chicos, soy Tristán Saldaña. ¿Qué tal os va la vida?
A mí, lo de escribir cartas no se me da nada bien, pero la pesada de mi abuela se ha empeñado en que os mande una porque habéis leído mis historias en la escuela y dice que os hará ilusión recibir “unas letras mías”. Como ella se siente feliz cuando nos llega alguna carta (aunque sea el recibo de la luz), se cree que a todo el mundo le pasa lo mismo, así que os escribo, aunque sólo sea para que deje de darme la brasa todo el día. Lo siento amigos, pero si conocieseis a mi abuela, me entenderíais.
¿Así que ahí también os obligan a leer libros durante el curso? Está claro que los profesores son todos iguales aunque pase un mar entero entre mi escuela y la vuestra. Se ve que es así, que nacen con la manía de que a toda la gente le tiene que gustar leer, nacen profesores en sí mismos, no son niños o niñas como los demás, no tienen juguetes, ni dicen mentiras, ni juegan al fútbol, son profesores y su vida consiste en mandarte leer libros y suspenderte en los exámenes.
Yo no les tengo manía, algunos incluso me caen bien, pero son ellos los que la han tomado conmigo, y este último año me han hecho repetir curso.
Mi abuelo dice que llegará un momento en el que yo sea más mayor que los propios maestros, pero lo dice para desanimarme porque su ilusión sigue siendo que un equipo grande de fútbol me fiche y salgamos todos de pobres. Yo no quiero decepcionarle, pero vamos, al ritmo que voy, no me veo jugando en el Madrid, la verdad, porque sigo sin ser muy hábil con el balón.
Estos días, por aquí, se habla mucho de los últimos fichajes que se han hecho, y a mi abuelo eso le influye que no veas, oye cifras de noventa y muchos millones de euros, y le ves allí, sentado en el corral, con una calculadora de hace mil años, haciendo las cuentas de todo lo que podríamos hacer nosotros con ese dinero.
-¡A mí no me caben tantos ceros en este aparato, hijo!- dice desesperado de darle a la tecla- Yo no sé cómo lo hacen, seguro que los del fútbol tienen calculadoras más grandes, porque a mí tantos números se me escapan.
¡Claro que se le escapan! Es que sólo a él se le ocurre hacer esos cálculos, pero yo le dejo que sueñe, porque así está entretenido, y como mi abuela le ayuda, estoy un rato a mi aire, que no es fácil.
-¡Y apunta también una lavadora nueva, y una tele para la cocina…! Y bueno, si sobra algo, compramos un congelador grande para los chorizos.
Ya me han puesto hasta nombre artístico, como acaban de fichar a Ka-Ká y a Cristiano Ronaldo, mi abuela me ha rebautizado:
-Tú podrías llamarte “Pis-Pís”, o Cristiano Tristaldo. ¿A que es buena idea?
¡Vamos! Una idea estupenda, y nada copiada, de lo más original.
Mientras tanto, no me queda más remedio que echar un partidillo con los chicos del pueblo, pero estos no son tan benevolentes como mis abuelos, ellos no me ven “estrella” todavía:
-¡Jo! Tristán, es que no das una, tío, eres un auténtico muermo. No se puede estar de portero y a la vez cambiarle la rueda a la bicicleta, que nos han colado veinte goles, chaval…
Bueno, bueno, menos criticar, que a mí me habrán colado unos goles, pero el otro portero lleva toda la tarde sentado en el suelo leyendo una novela de vaqueros…
¿Y por ahí qué tal os va? Ahora debe de estar empezando el invierno ¿no?
¡Como mola que viviendo en el mismo mundo, en cada sitio sea una cosa distinta, porque aquí está empezando el verano y nos morimos de calor!
Pero yo estoy contento porque ha venido mi amigo Lejía. ¿Os acordáis de él?
Le explico que estoy escribiendo una carta para unos amigos de Argentina, y como tiene que estar en todo lo que yo haga, aquí os pone unas letras él también, en su particular idioma:
“Amigos argentino, I´m Lejía and yo siento mucho contento por carta. Yo también love very much leer libros because lectura is very interesting. I send you a lot of besas y abrazas from Spain”
Su intención es buena, si pudiera, ahora mismo cruzaría el Atlántico para ir a daros esos “besas y abrazas” porque lo dice como lo siente, es un buen chaval, pero vamos, lo mismo que a mí nunca me fichará el Madrid, a Lejía no creo que le contraten nunca de traductor de idiomas.
Aunque eso no me importa, al fin y al cabo, a los amigos se les quiere con sus defectos y sus virtudes ¿no? A unos se le dan mejor los estudios, a otros peor, a unos les encanta la informática y a otros nos gusta trepar por las rocas. Lo importante es que seamos buena gente, como dice mi abuela:
-Este crío es muy revoltoso, pero ni roba, ni mata, ni nada de eso…
Vamos, que me quieren como soy, como yo con Lejía y con todos mis amigos entre los que ya os cuento.
¡Abrazos enormes que atraviesen de un lado al otro el mar que nos separa!
“Abrazas nadando en water because me don´t sabe nadar very well “
(Ni very well, ni nada porque se muere de miedo en la bañera de casa, pero bueno, el cariño no necesita ser un buen nadador para llegar a vuestro país).

Hasta siempre: Tristán Saldaña (and Lejía…Saldaña también)

jueves, 2 de julio de 2009

¿Orgullo Gay?

Estos días se celebra la fiesta del “Orgullo Gay”, y a juzgar por las imágenes tan alegres y coloridas que nos llegan, es como si ser gay o lesbiana fuese algo tan fácil y divertido que hasta da un poco de rabia no serlo, caramba.
No pretendo posicionarme a favor ni en contra del evento, lo que no sé es si aporta algo a la aceptación que reclaman y que merecen sin discusión. No sé si esos espectáculos exagerados que dan les van a ayudar a que nadie les mire de forma diferente, que ya bastante mal lo pasan con la falsedad que existe, con la apariencia de “normalidad” que todos le damos, pero diciendo por lo bajinis “a mí que no me toque en casa”.
Ayer escuchaba en la radio a un chavalito que decía que de “normalidad y aceptación” nada de nada. Era gay y lo tenía que vivir a escondidas si no quería verse despreciado por su entorno y señalado tanto en el trabajo como entre su propia familia.
Les voy a dedicar este pequeño relato, sin plumas de colorines y tangas demoledores, sin carrozas ni iconos famosos, sin músicas ni pregones.
(Bueno, igual sí que me he posicionado un poco, pero es que no lo puedo evitar)
Espero que os guste.

Besos.

MADRE


Lo sabía desde hacía mucho tiempo, bueno, en realidad, creo que siempre lo supe, porque no hay detalle que a una madre se le pueda escapar, pero supongo que quise ponerme una venda delante de los ojos para no ver la realidad que me plantaba cara en cada una de sus miradas, para disfrazar de normalidad lo que, a pesar de serlo, yo quería esconder a toda costa.
Le obligué a ponerse siempre ropa de chico aunque le costase un disgusto cada vez, le compré camiones y pistolas creyendo que sería la mejor forma de reforzar aquella masculinidad que no existía, le separé de sus amigos escudándome en que eran los que estaban ejerciendo una influencia negativa en él. Pero nada me sirvió para satisfacer mi orgullo herido, nada para desagraviar aquello que yo, como madre, consideraba una ofensa, una burla malvada de la vida, un error de la naturaleza que lejos de ser sabia, como siempre se decía, conmigo había fallado de una manera brutal.
Cuando la edad hizo que se me escapase de las manos, que no hiciese caso de mis súplicas y que desoyese todos mis consejos para tratar de simular una vida lo más “normal” posible, me sentí tan desbordada por el tema, tan agotada en la lucha que llevaba años manteniendo para acallar lo que él se empeñaba en gritar a los cuatro vientos, que en un arrebato de dolor, tiré la toalla y le dije que no quería verle más.
Nunca pensé que unas palabras pudiesen pesar tanto, que fueran capaces de lastrar de aquella forma la tortura que comenzó para mí en el mismo instante en el que mi hijo cerró la puerta de casa y salió a enfrentarse al mundo sin el apoyo que más necesitaba, el mío.
Le busqué, traté en vano de seguir los pasos que había dado, alguien tenía que haberle visto, alguien podría darme una pista de él, pero toda esperanza se desvaneció cuando al cabo de unos meses de búsqueda desesperada, seguía sin tener ninguna noticia suya.
Nunca me he perdonado el daño que le hice.
Él a mí sí.
Bueno, tengo que decir “ella”, porque el día que abrí la puerta de casa y me encontré delante a aquella mujer, supe reconocer en su mirada la felicidad que yo le había negado y que por fin había logrado encontrar.