miércoles, 20 de mayo de 2009

Lección de biología

A mí, las tardes de Domingo me dan para mucho, y las disfruto que no veas. Esta última he aprovechado para repasar un curso de primeros auxilios que tengo que dar el jueves, algo que me pone muy nerviosa, como todo lo que sea hablar en público. Puede parecer una tontería pero a los que nos pasan estas cosas, que somos muchos y muchas, nos genera una actitud que se suele confundir con la antipatía o la excesiva seriedad, y no es más que un miedo escénico que nos aprieta el cuello dejándonos sin respiración, pero encima, poniendo buena cara y aparentando que vamos de sobrados.
Bueno, pues para preparar un poco la charla, me dispuse a contársela a alguien, que no es fácil encontrar un voluntario que escuche semejante rollo, pero hete aquí, que “atrapé” a mi hijo, que después de haber estudiado todas sus lecciones, disfrutaba un ratito jugando a la Play, y me pareció justo que lo mismo que yo había escuchado sus repasos, escuchase él los míos (craso error, a los hijos no se les debe dar nunca la oportunidad de cambiar de rol y ejercer de oyentes).
Bueno, pues empecé a largar sobre las quemaduras, fracturas y hemorragias, mientras él seguía con el mando de su consola metiendo goles a aquellos jugadores de mentira con los que, no sé por qué, disfruta tanto.
Prestarme atención, lo que se dice, prestarme atención, ya sabía yo que no me estaba prestando mucha, pero bueno, eso también forma parte de dar un curso, aunque de todas formas, para comprobar si me estaba escuchando aunque sólo fuese un poquito, de vez en cuando soltaba yo algún disparate a ver si se daba cuenta, y… sí, se la daba, porque cuando dije: “En el caso de que la quemadura afecte a una mano, la primera actuación debe ser mantener la calma y amputar el brazo a la altura del cuello”, se asustó.
-¡¡Mamá!!- dijo mirándome como rogando a Dios que nunca jamás se quemase una mano estando cerca de mí.
Lancé un par de “perlas” más de ese estilo y sí, el chiquillo (doce años), me escuchaba, doy fe porque reaccionaba aterrado, el angelito.
De repente, irrumpió en el salón mi “guaje” pequeño para enseñarnos una foto de algo que venía en el periódico, y el equilibrio ese que habíamos logrado entre los goles y el socorrismo se vino abajo para dar paso a comentarios sobre algunas otras cosas que venían en la prensa. A mí se me fue el santo al cielo, pero él seguía con la Play, y el pequeñín, una vez lograda su misión de distraerme, volvió a dejarnos solos a su hermano y a mí.
-¡Anda, mira!- dije viendo la fotografía de un famoso que hace años murió y se le recordaba en el periódico por algún aniversario o algo así-Me acuerdo de cuando se murió Fulanito, con lo majo que era.
-¿Y de qué se murió?- me preguntó entre gol y gol.
-De sida- le dije.
-¿Y por qué tenía sida?
-Bueno- contesté- era gay.
-¿Y qué pasa, que todos los gays tienen sida?
-¡No, no!- me apresuré a contestarle un poco avergonzada de lo que le había dado a entender- Claro que no, pero bueno, son un grupo de riesgo, como los toxicómanos, si no se toman las medidas oportunas, lo pueden transmitir sin enterarse.
-¿Sólo los gays y los toxicómanos?
-No, a ver, el sida lo puede transmitir cualquiera que haya tenido contacto con el virus. En África, sobre todo, hay miles de niños a los que se lo ha contagiado su madre al nacer, porque ellas son portadoras. Unas personas lo padecen y otras son portadoras del virus.

¡Con lo bien que estaba yo repasando mis fracturas!
Quería explicárselo bien, para que lo entienda ya que tanto se oye hablar de ello, pero llegó un momento en el que tanto hablar de virus, portadores, toxicómanos y gays, se me fue la pinza y solté la siguiente frase, como si nada:

-A ver si me explico, hay mucha gente que es portadora de gays, y se lo van pasando a otras personas.

-¡¡Mamá!!- dijo el pobre, asustado.

Yo pensé que se extrañaba de lo grave que era la situación del virus dichoso, de lo fácil que podía ser contagiarse, y él me miraba con los ojos como platos.

-¡¡Pero mamá!!-dijo soltando el mando de la Play, lo cual indica asunto muy serio, alarma roja, vamos

-Que sí, hijo que sí. ¿No lo sabías? Es así, hijo, esto no es ninguna broma, hay muchas personas que serán toda su vida portadores de gays-¡insistí!-y lo van pasando a otra gente sin enterarse, es así, cariño, es así…

-¿Pero tú sabes lo que has dicho? ¿Portadores de gays?

La carcajada que solté me salió del alma, de verdad, nos dio a los dos tal ataque de risa que no nos podíamos contener.

-¡Jo!- decía sin parar de reír y haciéndome reír a mí más todavía- Yo ya me imaginaba a medio mundo por ahí, cada uno con un gay cargado en la espalda y sin enterarse, tan a gusto, pasándoselo a otros de vez en cuando y así todo el rato.

No sé si le quedó clara la lección de biología que quise darle, pero vamos, reírnos, nos reímos de verdad, y eso viene de maravilla.

Por cierto, mañana tengo el curso, espero darlo bien y no acordarme a mitad de la charla de los “portadores de gays”.

Besos.

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