miércoles, 27 de mayo de 2009

Niños...

El otro día, cuando fui a hablar con la profe de mi pequeño, mientras esperaba mi turno, me fijé en la cantidad de dibujos y vistosos carteles que tienen colgados en las paredes del parvulario, pero sobre todos ellos, llamó mi atención uno que tenía escritos unos versos la mar de sencillos, pero muy significativos que dicen así:

“Tengo mil juguetes
y estoy aburrido,
porque a mí me gusta
jugar con amigos.

Jugar a la cuerda,
al trompo, al balón.
jugar con más gente,
con uno o con dos.”

No ponía el nombre del autor, pero me gustaron estas palabras por lo que encierran, por la necesidad de nuestros niños de tener amigos, de sentirse acompañados.
A veces, les dejamos en el colegio, en esas sesiones maratonianas para sus tres años, (de nueve a dos de la tarde) y nos parece que el tiempo se les pasa volando, pero con frecuencia, desde sus pensamientos chiquitos y sinceros hasta escocer, nos recuerdan que también se cansan, que el tiempo para ellos también hay veces que pasa lento.
“El cole dura mucho rato- me dijo el otro día mimoso- Y yo me siento solito”
Ganas me dieron de ir al mismísimo Ministerio de Educación a reclamar atención personalizada para mi niño, que no se sienta nunca más “solito”, que le pongan un escolta o algo así, pero que no tenga yo que escuchar eso más veces, porque me parte por la mitad.
Y además- añadió para más inri- me dolía la barriga, justo en el “destino”.
El “destino” es una cosa muy seria, caramba, sobre todo cuando le duele a uno, y es que te lo dice así, con esa carita, que es como para ir a los libros de patología médico-quirúrgica y exigirles que incluyan el “destino” (el grueso y el delgado) como “parte de la barriga que a los niños les duele cuando se sienten solitos porque el cole dura mucho rato”.
Para compensar, luego tiene golpes gramaticales de los que hacen reír. Por ejemplo, ayer me hablaba de su abuelita, la que tiene en el pueblo. Él sabe que tiene una parcela de tierra donde cultiva sus verduras y hortalizas, algo que a los niños les encanta porque no se explican (ni yo tampoco) cómo es eso de que de un trozo de tierra salgan cosas tan ricas como patatas, tomates o lechugas.
“¿A que abuelita ha ido hoy a la “marcela” a regar las “pechugas”?”
Sí, hijo mío, sí, a regar las pechugas y los muslos, si hace falta, estaría bueno.
Así que, mientras todo esto pasa por mi vida, intento escribir una historia linda (un pequeño relato) de abuelos y nietos, mientras empiezo a tomar notas para retomar la escritura de mi nueva novela.
Es complicado, porque el tiempo se me escapa entre los dedos, y hay noches en las que más que dormir, caigo en coma, pero aunque reniegue del cansancio que arrastro, disfruto de cada momento porque sé que no volverán.
“¿Mamá, me preguntas Tecnología?”
¡Dios! Estoy de la Tecnología hasta no sé dónde, de verdad. Me resulta muy difícil, pero si quiero preguntarle, antes tengo que estudiarlo yo, porque si no, no me entero. Ayer tocaban los motores de aviones: turborreactor, turbofan… En fin, un rollo que no sé cómo encajar pero que si se lo tienen que aprender, procuro no poner muy mala cara, al fin y al cabo son cuatro nociones adecuadas a sus doce años, claro.
Repasábamos: el estatorreactor es un motor para aviones que van a mucha altura y a mucha velocidad.
No me extraña que se le olvide, porque a mí me cuesta un triunfo quedarme con algo.
Le pregunto la siguiente vez: el estatorreactor es un motor adecuado para aviones que van a mucha altura y a mucha…
-¡Y a mucha honra, mamá!- me responde y es que me trisco de risa, de verdad.
-No lo pongas en le blog, que lo he dicho de broma. (Me temen, sé que me temen)
Pero sí que lo pongo, porque me hizo mucha gracia, y en broma o en serio me hizo reír y aligeró de presión una tarde cargada por el trabajo de un curso que ya colea ante su próximo final.
¡Las ganas que tengo de que acabe!

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