-¿Qué es la Navidad? – le preguntó el pequeño a su madre, que caminaba despacio entre las calles iluminadas por múltiples bombillas de alegres colores.
-Es… el frío que llega, el invierno, la nieve- dijo ella.
-Pues… ¿Por qué va a ser? Porque se acaba el año y empieza otro nuevo y hay que estar contentos por haber resistido.
-¿Y por eso se ponen luces y se cantan canciones?
-¡Claro! Porque estamos vivos otro año más.
-¿Y eso es bueno?- preguntó el pequeño cuya mano derecha iba aferrada a la de su madre.
-Sí, hijo, eso es… bueno, claro que sí. Estamos los dos juntos, los dos aquí, de la mano, caminando por esta calle tan bonita. Eso es muy bueno.
La gente llenaba los comercios de la calle principal, de sus manos colgaban bolsas de las que asomaban paquetes con vistosos lazos de regalo y brillantes papeles de color.
-¿Por qué corremos tanto? ¿Es que se acaba?
-¿El qué se acaba?-preguntó la madre sin retrasar el paso.
-No sé, algo, parece que se acaba algo. Todo el mundo corre y tú también ¿Se acaba la Navidad?
-No, es que hace frío, por eso la gente anda deprisa, para llegar a sus casas.
-¿En sus casas hace tanto frío como en la nuestra?
-Igual- dijo la madre- igualito, en todas las casas hace muchísimo frío estos días.
-¿Y en todas entra gente cada poco como en la nuestra?
-Pues… bueno, seguro que sí, son días de visitas, de ir a verse unos a otros y siempre entra y sale mucha gente, como en nuestra casa.
-¿Y en todas hay tanto dinero como en la nuestra?
-¡Madre mía! ¡Pero qué cosas dices, hijo!
-Tenemos tanto dinero que todo el mundo puede coger. ¿A que sí, mamá? ¿A que eso es estupendo porque no le pasa a cualquiera? Tú me lo has dicho. ¿A que sí, mamá?
La madre pensó que disfrazar la realidad, a veces tenía consecuencias.
-Mamá, ¿podremos adornar las ventanas de nuestra casa con luces como esas de ahí?
-No sé, va a ser un poco difícil, ya veremos...
-¿Y por qué a ti no te gusta la Navidad? ¿Eh, mamá? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué?
A la mente de la madre vinieron de pronto otros tiempos. Una punzada de dolor le hizo alejar de su lado los recuerdos que no hacían sino abrir viejas heridas. La vida daba muchas vueltas, y lo mejor era centrarse en el presente, en aquellos ojos que la miraban con una chispa tan intensa que lograban mantenerla viva cada día.
-¿Eh, mamá? ¿Por qué no te gusta, di?
-Que sí me gusta, pero prefiero que haga un poco más de calor.
-Pues para otro año, que manden una Navidad con sol ¿vale?
-Bueno, ya veremos a ver para otro año, ahora hay que pensar en este.
Se hacía difícil caminar entre la gente y los puestos de los mercadillos que proliferaban a lo largo de la avenida. Ella hubiera querido correr, volar por encima de todos ellos, de la música, de la fiesta, de la alegría que parecía volverse obligatoria de repente, como si nadie tuviese problemas, como si el rojo del calendario hubiese traído soluciones para todos menos para ella.
-¡Mamá! ¡Gracias, mamá! ¡Me querías dar una sorpresa! ¡Gracias mamá!
El niño revoloteaba en torno a ella dando saltos de alegría mientras la joven miraba al frente tratando de sujetar las lágrimas que se empeñaban en salir fuera.
-¡Vaya sorpresa, mamá! ¡Vaya sorpresa! ¿Y lo has hecho tú sola? ¡Te ha quedado precioso! Venga, vamos a entrar, vamos a casa.
La puerta del cajero se cerró detrás de ellos.
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