Agarrada a un rayito de sol
me pongo en pie cada mañana,
porque pienso que si él se levanta
no está bien que yo siga en la cama.
Sin fuerza me calzo y me visto,
y sin ganas me peino y me lavo,
de reojo me miro al espejo
y me pinto una rosa en los labios.
Un vestido que lleve colores,
los zapatos con tacón bien alto,
unas gotas de perfume fresco
y una música alegre en la radio.
me pongo en pie cada mañana,
porque pienso que si él se levanta
no está bien que yo siga en la cama.
Sin fuerza me calzo y me visto,
y sin ganas me peino y me lavo,
de reojo me miro al espejo
y me pinto una rosa en los labios.
Un vestido que lleve colores,
los zapatos con tacón bien alto,
unas gotas de perfume fresco
y una música alegre en la radio.
En el bolso: el cuaderno de sueños,
la novela que tengo entre manos,
cuatro versos lanzados al viento
y las frases que nunca he escuchado.
Con el alma cargada de otoño,
de esperanza lleno la maleta,
y decido salir a la calle
con las gafas de sol aunque llueva.
La tristeza viaja conmigo,
me susurra al oído canciones,
repitiendo cual eco insistente
que vendrán otros tiempos mejores.
Yo estoy convencida de que va a ser así, de que vendrán tiempos mejores por difícil que ahora sea pensarlo, lo que pasa es que no se puede esperar por ellos con los brazos cruzados, a veces hay que salir en su busca, por si se han perdido y no encuentran el camino.
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