Ya se acerca este día que creo que lo ideal sería que no hiciese falta que existiera. Para adelantarme un poco y poner una sonrisa a esta tarde de nieve, ahí va este relato:
8 de Marzo (De cualquier año)
7 de la mañana
Suena el despertador con ese pitido ofensivo y molesto que se mete hasta el cerebro y te taladra la sustancia blanca, la gris y la rosa si la hubiera.
Cojo el despertador y le meto un rato debajo de la almohada, cinco minutos, sólo cinco minutos más por favor, parece que no son nada (y en realidad no lo son), pero es que salir de la cama a las siete viviendo en León, levantar la persiana y ver la helada que ha caído, es muy duro. En esos cinco minutos de propina pienso que los que viven en Canarias no lo deben de pasar tan mal para madrugar, porque allí estas temperaturas sólo las tienen en las cámaras de los congelados.
También pienso en esos cinco minutos en llamar al trabajo y decir que no me esperen más, que no vuelvo, pero en ese momento Roberto viene corriendo desde su cuarto, enciende la luz del techo y me quita las mantas para que me levante corriendo porque ya es muy tarde para ir al colegio y tengo que ponerle el desayuno mientras él ve los dibujos de no sé qué.
7.30.
Empieza un día prometedor. Intento entrar en cualquiera de los dos baños pero los dos están ocupados, en uno de ellos, Juan, mi hijo mayor se está colocando por enésima vez el peinado con siete gominas distintas, en el otro, Víctor, mi hijo mediano se coloca las lentillas con toda la tranquilidad del mundo. Yo me estoy meando, pero no importa.
Roberto, el pequeño se ha ido vistiendo para ganar tiempo, pero se ha puesto los calzoncillos del revés, y por no desvestirle enterito otra vez, pienso que tampoco pasa nada por ir un día así, al fin y al cabo, Superman los ha llevado toda su vida por encima de los pantalones y mira lo famoso que se ha hecho.
8.00
Luis se levanta de la cama protestando porque somos muy ruidosos y no le hemos dejado dormir bien. Mientras se afeita y se corta tres veces bajando a todos los santos del cielo, Roberto insiste en que va a llegar tarde al colegio, no importa que a él le quede una hora para entrar y yo llegue ya tarde haga lo que haga.
Los dos mayores se van al instituto, entran a la misma hora, pero salen de casa separados porque ir juntos sería hacer el ridículo. Por fin, con un baño libre, me pego una ducha, me visto, me pinto un poco para no parecer enferma, se me corre el rimel porque las prisas no son buenas para nada, y salgo de casa pitando después de decirle adiós a Roberto y a su padre que, por cierto, no me hacen ni caso.
8.45
Llego tarde, por supuesto, pero llego, que es lo importante.
Nada más abrir la puerta de la oficina veo encima de la mesa un montón de papeles para archivar, cartas para mandar, y fotocopias para hacer. Abro el ordenador y tengo diez correos urgentes para contestar antesdeayer, el teléfono suena sin piedad y el ordenanza deja encima de mi mesa más cartas que van llegando, todas urgentes, eso sí.
10.00
Cuando por fin consigo tener cada papel en su montón y el Windows en marcha, se oye un pitido sonando insistente en los pasillos del edificio: Simulacro de incendio, tócate las narices. Hay que dejarlo todo como esté, cerrar las puertas para evitar que el supuesto fuego se disperse y salir a la calle mientras los organizadores controlan reloj en mano el tiempo que hemos tardado en desalojar el edificio.
10.30
Al salir de la oficina por lo del simulacro dichoso y cerrar la puerta, se me volaron todos los papeles que tenía ordenados en la mesa, pero eso sí, el tiempo de evacuación ha sido un éxito. Ya me gustaría a mí ver cómo serían las cosas si supiéramos que el fuego no es en broma.
Bueno, yo a lo mío, recojo papeles, atiendo al personal, el jefe me dice que si me pasa algo, yo le digo que no, que soy así de fea, en fin, lo lógico y normal.
11.30
Reunión. Es una reunión muy importante porque tenemos que hablar de los temas urgentes que deberíamos haber solucionado urgentemente hace tres meses y que no se solucionarán hasta dentro de otros tres.
12.00
Saco un café de la máquina, porque con eso de la dieta no he probado bocado en toda la mañana y estoy que me caigo, pero justo cuando lo dejo encima de la mesa suena el teléfono, le doy con el cable, se cae encima de unos papeles muy muy importantes de los que no tenía copia y me cojo tal cabreo que se me quitan las ganas de café ni de leches.
12.30
Como trabajo a media jornada ya es la hora de salir, así que recojo, y me voy pitando porque hasta las dos que sale Roberto del colegio tengo tiempo de sobra para: -Pasar por el “Día” y comprar el pan y cuatro cosas más que luego siempre son ocho o diez, lo justo para llegar a casa como la mula Francis.
-Pasar por el banco a ingresar el dinero de la excursión de Víctor porque si hoy no está ingresado se queda sin plaza y me mata.
-Hacer el segundo plato y calentar el primero.
-Poner una lavadora y tender la otra que había dejado puesta por la mañana.
-Poner la mesa y dejarlo todo dispuesto porque cuando los chicos llegan de clase tienen más hambre que Dios talento.
14.0
Recojo a Roberto y cuando llegamos a casa me reta a una carrera desde el aparcamiento hasta el portal. Me gana siempre, y juro que no es que me deje, me gana con toda legalidad porque para esas horas yo ya estoy con la lengua fuera.
14.30
Llega Luis a comer y me dice que qué bien vivo con eso de trabajar “sólo” media jornada. Me aguanto el ataque de risa histérica que está a punto de darme.
14.45
Llegan los chicos a comer y me dicen que el instituto es un rollo y qué cuándo podrán vivir ellos como vivo yo, trabajando cuatro horas, que tengo un morro que me lo piso. Cuento hasta ciento veinticinco, pienso que son mis hijos, que ya llevan mucho tiempo en casa, que les tengo cariño y que no se debe de cometer un infanticidio a la hora de comer porque en la mesa no se juega.
15.00
Luis me dice “¿Te friego yo o friegas tú? El pronombre ese del “te friego” parece que no, pero tiene su importancia, porque es como si me hiciera un tremendo favor con “fregarme” los platos que, al fin y al cabo, hemos manchado todos, pero como menos da una piedra, le dejo que “me friegue”, mientras yo voy tendiendo otra lavadora y pensando qué plato puedo dejar hecho para mañana.
En la tele dicen que como es el día de la mujer, van a entrevistar a mujeres trabajadoras de nuestro país: la presidenta del senado, la mujer del presidente, la hija del presidente del banco de no sé qué y...la madre que los parió.
Me dan ganas de llorar, debe de ser por la cebolla que estoy picando para la tortilla de patata que estoy haciendo para la cena.
16.00
Llevo a Roberto a las actividades extraescolares y mientras tanto aprovecho para ir a recoger la ropa a la tintorería, pasarme por la carnicería a ver si me han traído el chuletero, comprar tres bombillas que se han fundido y entrar en la farmacia a por tres cajas de valeriana. No la hay intravenosa, sólo vía oral, qué le vamos a hacer.
17.00
Recojo a Roberto que quiere merendar enseguida para después ir al circuito con la bicicleta porque se ha quedado muy buena tarde, aunque yo hubiera preferido que lloviera a cántaros, la verdad.
18.30
Odio la bicicleta, después de cargar con ella, ni la ha tocado, odio el circuito, el parque, los toboganes y la arena, lo odio todo porque llegamos a casa como dos penitentes, llenándolo todo de arena y encima con un caldero, una pala y un camión que vete tú a saber de quién serán.
20.00
Después de duchar a Roberto y de explicarle a Víctor que es muy importante para la vida futura saber hacer raíces cuadradas y cúbicas, pero que a mí se me han olvidado y no puedo ayudarle, discuto con Juan porque quiere salir este viernes hasta las cuatro de la mañana y a mí me parece que es excesivo y a él le parece que menos de eso es una chorrada. Me pone pingando, me dice que esto se va a acabar, que parece que nací con cuarenta años, que soy una anticuada, que los padres de sus amigos son mejores que los suyos, que quiere tener dieciocho años para hacer lo que le de la gana como lo hago yo y que además la de Biología le ha cateado porque le tiene manía.
21.00
Cenamos. Luis llega reventado del trabajo y dice que si nos ha pasado algo porque tenemos las caras largas, y que encima de pasarse el día trabajando le recibimos así.
No digo nada porque están los niños delante y además porque no tengo casi fuerza ni para discutir.
“Me friega” otra vez para que yo descanse mientras doblo la ropa que está seca, preparo el bocadillo de Roberto para el día siguiente, hago la nota de la compra para que no se me olvide comprar la Nocilla ni los yogures porque parece que ha pasado Atila por la nevera.
22.30
A Roberto le duele la barriga, le doy una aspirina, tose, vomita en la cama, se pone perdido, le cambio, dice que quiere dormir con nosotros y le cambio para nuestra cama.
23.0
Me peleo con Víctor y Juan porque dicen que ya son mayores para que yo les diga cuándo tienen que irse a la cama así que les dejo por imposible y me pongo a reunir los papeles del trabajo que había traído para terminar en casa y que se van igual que vinieron.
24.00
Luis sale de la ducha y se acerca a mí sólo con la toalla atada a su cintura y con los ojitos golosones, y cuando me ve salir corriendo en dirección contraria dice:”¡Hija, cómo eres! Nunca tienes ganas de nada...y eso que hoy ha sido el día de la mujer...”
Mientras me duermo pongo la radio y están hablando en un coloquio del terreno que hemos ido ganando las mujeres desde que trabajamos fuera de casa, y la ministra de no sé qué dice que la igualdad es algo que está ya al alcance de nuestra mano.
Y yo, que por más que estiro el brazo no acabo de alcanzarla....
-Se acabó- (Por hoy)
(Cualquier parecido con la realidad es…cierto)
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