Ya dije que no iba a hablar todos los días de libros, porque este blog se titula “Como la vida misma” y en la vida hay muchas más cosas que libros.
Hoy hablamos de hombres.
Yo estoy casada y tengo cuatro hijos, todos chicos (incluido mi marido), y esto, para una fan del orden y la limpieza, y obsérvese que he dicho “fan” y no “maniática” u “obsesa” como me llaman ellos, es muy grave.
Hablo siempre en general, porque ya sabemos que hay de todo en esta vida, pero, como digo, en general, los hombres tienen conceptos de casi todo completamente diferentes a los nuestros.
Yo soy incapaz de ponerme a escribir si no tengo mi mesa ordenada, limpia, con cada cosa en su sitio. Ojo, no es que tenga que cuadrar la esquina del ordenador exactamente con el ángulo de la mesa en la perpendicular del rayo que entra por la ventana, que no es eso, es un orden normal, una cosa razonable.
Mis hijos no. Mis hijos amontonan sobre su mesa papeles, y más papeles, apuntes de esto y de aquello, notas de cosas pendientes (que a lo mejor son de hace dos años, vaya usted a saber), y cuando pongo el grito en el cielo y aparezco en las habitaciones respectivas armada de bayeta y un “limpiatodo” de esos, se llevan las manos a la cabeza como si hubiesen visto al mismísimo Bin Laden con un arsenal de armas de destrucción masiva.
“Es mi habitación, a mí me gusta así, si no te gusta, no entres” Y lo que es peor, me aseguran que lo tienen todo “ordenado”.
Mentira cochina, porque yo a eso no lo llamo orden, lo llamo cosas que no puedo poner aquí.
Pero ya me he ido dando cuenta de que no es culpa de que yo les haya enseñado mal (esa eterna manía de las madres de echarnos la culpa de todo), que no, que no, que es que su concepto del orden es distinto del mío, y eso tiene mal arreglo, la verdad.
Otro concepto en el que no coincidimos es en el de “machismo/feminismo”.
Para ellos, una mujer que pretende repartir las tareas, que defiende sus derechos, que se rebela ante la desigualdad que hay ( no en otro planeta, no, en nuestras casas), es una feminista exacerbada, y para nosotras es una mujer que pide justicia, ni más, ni menos.
Mi marido, al que para preservar su intimidad, llamaré Paco (pero que se llama Jesús), se ha quedado ayer helado cuando le he llamado “,machista”, sólo porque se va a jugar su partidita mientras yo me quedo en casa haciendo la comida del día siguiente , preguntando lecciones o poniendo termómetros.
Otra falta de coincidencia en los conceptos, va a ser eso.
Lo curioso de todo esto (y que no salga de aquí), es que luego llega “El Duque”, y así, según es de matón, con esa barba de dos días (que se la veo a mi Paco y sale tarifando), con esa manía de “narcotraficar” que tiene, con ese aire de chulo que no puede con él, va y me gusta.
Ya sé que no concuerda, que podría ser mi hijo ( pero que no lo es, detalle importante), que es una serie de televisión ( mala de narices, por cierto), que quedaría mucho mejor diciendo que veo los debates de Economía, pero oye, un defectillo lo tiene cualquiera…y nadie me va a discutir que el chico asesina de maravilla ¿o no?
Ahí queda eso.
Mañana regalo un cuento.
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