jueves, 9 de abril de 2020

NO ES UN HÉROE


Esto  es lo que ocurrió hace unos días durante una de nuestras clases virtuales.
            Les había pedido a mis alumnos y alumnas de diez años que me hiciesen una pequeña redacción sobre algo relacionado con la etapa de confinamiento que estamos viviendo: un relato, un poema, una anécdota… algo que les permitiese expresar cómo lo están llevando pues pienso que si para los adultos es complicado, para los niños tiene que serlo mucho más aún. Francamente, en estas circunstancias me da igual que sepan cuál es el complemento directo de una oración o dónde se encuentra el atributo, la verdad es que de repente, todos somos “sujetos pasivos”, sin predicado, sin sintagmas preposicionales o adjetivales que nos adornen; prefiero que mis alumnos puedan exteriorizar sus sentimientos, tiempo habrá para las oraciones y la sintaxis, sino este curso, el que viene, que sin ello bien podemos pasar una temporada, pero sin abrir nuestros corazones –los suyos en este caso—no conviene pasar demasiado tiempo.
Así pues, empezaron a leerme sus escritos.
Uno escribió sobre la emoción que sentía cuando salía a aplaudir con su familia cada día a las ocho de la tarde, otro narró que había tenido un nuevo primo al que solo conocía a través de vídeo llamada, una niña escribió un precioso texto sobre lo mucho que echaba de menos a su abuelo, otra sobre lo extraño de tener que vivir con sus tíos pues su padre estaba contagiado… en fin, no puedo poner aquí cada una de las historias que mostraron a través de sus textos aunque todas serían dignas de ello pues cada quién contaba a su manera algo que le resultaba llamativo de estos días en los que todo es tan diferente, en los que la simple premisa de quedarnos en casa ha variado tanto nuestras vidas. Ya digo, no puedo trascribir aquí sus voces porque sería demasiado extenso, pero sí que me gustaría compartir con todo el que me lea la narración de uno de mis alumnos —pongamos que se llama Luis García, para proteger su verdadera identidad—que no solo logró conmover mi alma de maestra, especialmente sensible en estas circunstancias, sino que llegó también a lo más profundo de los corazones del resto de compañeros que, aún a través de algo que puede parecer tan frío como es una clase virtual en multipantalla, temblaron de emoción al escucharlo.
Comparto pues, contando con su permiso y el de su padre, lo que Luis García tituló “No es un héroe”:
“Llevo poco tiempo en este colegio, ya sabéis que llegué cuando el curso estaba empezado lo que hizo que me costase más hacer amigos. Eso fue porque a mi padre lo trasladaron del trabajo desde la ciudad donde vivíamos hasta esta que me gusta menos pero me tengo que aguantar. No me costó irme del otro colegio porque allí todos se reían de mí por una cosa que luego voy a contar. Me pusieron el mote de “El Fune”, y con él me quedé hasta que nos fuimos. Cuando llegué a este colegio me pareció bien empezar de cero, sin que nadie me conociese, sin motes ni burlas, sin que se supiese nada de mí ni de mi padre o de nuestra vida”.
(Tengo que decir que mientras escuchábamos su relato, el silencio fue haciéndose cada vez más intenso, y como si los hados de las tecnologías se hubiesen puesto a favor de Luis, la conexión, que a veces fallaba más de la cuenta, se mantuvo sin altibajos dando la impresión de que no quería cortarse para no interrumpirlo.
Para que los lectores se hagan una idea, indico que Luis leía muy despacito, sin levantar la vista del papel que temblaba un poco en sus manos, y que sus compañeros lo escuchaban con la misma atención con la que lo estaba haciendo yo. Sigamos pues.)

“Me cuesta bastante decir que desde que llegué en enero he mentido en una cosa, lo voy a decir ahora y así explico también por qué lo hice. Os dije a todos que mi padre es médico del corazón, pero eso… no es verdad.
Estos días de la cuarentena muchos de vosotros me habéis preguntado en qué hospital está, si se encuentra bien, y si trabaja mucho… Yo me he inventado que está en el Universitario, que está bien y que casi no viene por casa porque trabaja mucho salvando vidas. Creo que hubiera podido dejar la mentira más tiempo porque como no vamos a clase y solo nos vemos por Internet, es más fácil mentir, pero es que el otro día, Iker me dijo una cosa que me hizo sentir una vergüenza muy gorda. Me contó que cuando sale a su ventana a aplaudir lo hace pensando en mi padre porque es un héroe, y entonces me entró como un calor en la cara y me di cuenta de que no podía ser así.
La única verdad que he dicho es que a mi padre casi no lo veo porque trabaja mucho, solo que no es por salvar vidas, porque no es médico del corazón, ni de los pulmones ni del hígado siquiera. Él no trabaja con la vida, sino con la muerte. No es un héroe. La verdad es que mi padre… entierra a la gente que se muere antes.
Ya lo he dicho. Ya sabéis por qué me llamaban “El Fune”, por lo de fúnebre y eso.
Mi padre no es un héroe ni nada, pero estos días trabaja tanto que se le están poniendo los brazos como los de Hulk.  
Pues eso, que él es solo mi padre, nadie le aplaude, pero yo hoy sí.”
Y empezó a aplaudir, primero él solo, y después todos sus compañeros y yo misma que casi no podía ni hablar pero acerté a decirle que hay héroes de muchos tipos.
No puse deberes para el día siguiente, si estas redacciones les sirven para pensar un poco en lo que hemos escuchado, ya me doy por contenta ¿no les parece?



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