Era un viejo pescador
que cada tarde lanzaba
las redes desde su barca
y los peces nunca entraban.
Hasta que un día, por fin
cuando ya se retiraba
vio que en la red había
un pez rosa que temblaba.
"Hoy cenaré pescadito
¡ya era hora, qué alegría!
Vuelta y vuelta en la sartén
y del plato a mi barriga".
Asombrado se dio cuenta
de que el pez aún se movía
y que de su enorme ojo
una lágrima salía.
"¡Hay que fastidiarse!-dijo-
hoy que consigo acertar
voy y pesco un pececillo
que se me pone a llorar".
Las tripas del pescador
rugían de hambre atrasada
mientras el pez, temeroso
desde la red le miraba.
Y así termina la historia
del anciano pescador
que esa noche fue a su casa
pero tampoco cenó.
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