Te gustaba cazar, lo vivías, lo disfrutabas, algo que nunca comprendí, como tantas cosas que, seguramente, tú no comprenderías en mí, de eso estamos hechas las personas, de respetables diferencias incomprensibles.
Nos quedó pendiente una novela que se desarrollase en el mundo
cinegético, con muchos contubernios, decías tú, porque también entre cotos y
escopetas hay mucho “mamoneo”.
Pero la voy a escribir, bueno, para ser exacta, la voy a terminar, porque
empezada lleva ya tiempo, reposando esa dulce quietud que duermen los textos
inacabados a la espera de momentos mejores en los que poner la palabra “fin”,
con tus notas manuscritas entre las mías, con ideas, no tan peregrinas,
apuntadas en unos papeles con el membrete de la farmacia. La voy a terminar, y
te la voy a dedicar, ya sabes, esas tonterías mías de pensar que con eso hago
un homenaje.
¿Sabes? No se me olvida cuando en el 2007 dijiste aquello que a mí me
pareció tan exagerado: “Va a venir una crisis mundial, ahora todo el mundo tira
la casa por la ventana, pero después vendrá el llanto y el crujir de dientes”.
¡La de veces que la he recordado! Lo que es entender de economía o simplemente,
de sentido común: el menos común de los
sentidos.
Y no creas que ahora te doy la razón en todo, que no, Pedro, que Zapatero
no tiene la culpa de todas nuestras desdichas pasadas y futuras, que no. Que no
nos hacemos más buenos por irnos, que va, te veo igual que siempre, con esa
maleta de defectos y virtudes que cargamos todos por la vida, pues claro,
natural, como debe ser.
Te guardo en las fotos de Nueva York, en las de “Torontoentero”, en las
aventuras que corriste con tus dos acompañantes, generoso Pedro, desesperante a
veces, exasperante otras muchas.
Es jodido esto de no ser creyente, porque no puedo rezar, ni pensar que
nos vamos a ver en un mundo mejor, ni pedir por tu alma o dedicarte unas misas,
es fastidiado, no creas.
Me quedo con los últimos “whatshapps”: “Cuídate. Te queremos mucho todos”
y era verdad, eso te lo aseguro, sin rodeos ni circunloquios, “Te queremos
mucho” y punto pelota.
Y tú, poco amigo de “mariconadas”, me contestabas (mala señal): “Yo
también os quiero mucho”.
Singular Pedro, genuino como tú solo.
“¡¡Anda con él!!” “Ni chicha, ni cuajo, ni tripa ni zarandaja”. “Las
gallinas que entran por las que salen” “Un alarde” Y tantas frases más que se quedan para
siempre resonando en esta casa que es la tuya.
Te prometo terminar la novela, no se cuándo, pero le pondré “fin” a sus
páginas como hoy le pones tú “fin” a las tuyas.
Ve tranquilo, dejas buen recuerdo.
Sí, todos lo echaremos de menos. Con ese recuerdo tan tuyo yo lo he recordado más... y también he repasado mis días compartidos con él en Madrid, en Tábara cuando era pequeña, en León... Hombre con personalidad, muy claro y directo, como esta vida que se nos viene de frente. Aquí, desde el Pacífico toda la calma de esta noche cálida para los que se quedan con su amor y recuerdo. Muchos besos y la compañía de mi sentimiento. Cristina M.
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