-Papá, papá! Dime una
poesía de la paz.
-¿De la paz? ¿Tiene que
ser de la paz? Pues... es que yo solo me sé una: “Con cien cañones por banda,
viento en popa a toda vela...”
-Pero... los cañones
¿son de paz?
-Yo qué sé, hijo, yo
qué sé, ya te he dicho que es la única poesía que recuerdo, y demasiado es,
porque la aprendí cuando era un renacuajo como tú.
-¡Mamáaaaaaaa! ¿Tú te
sabes alguna poesía de la paz?
-¿Otra vez con las
poesías? No sé qué se cree tu maestro, vamos, se debe de pensar que no tenemos
otra cosa qué hacer que pasarnos el día haciendo poesías; estoy yo buena ahora
mismo, como para ponerme a pensar, anda, déjame un poco, cariño, que mañana tengo
un juicio y como no lo prepare bien...
-Yo sabo una de “el
son”.
Lola siempre cree que
ella lo sabe todo.
-No me vale, tiene que
ser de la paz.
-E de la paz, y de “el
son”. ¿Te la canto?
-No, no me la cantes,
no me vale, la mía tiene que ser inventada por mí. Ya verás cuándo te hagas
mayor y dejen de dártelo todo hecho, tendrás que hacerlo todo tú solita, sin
ayuda de nadie.
-¡Mentira!
-So-li-ta, sin que
nadie te ayude. ¡¡Abuelaaaaaaa!! ¿Te sabes tú alguna poesía de la paz?
-Mira, yo me sé una de
cuando Colón se fue a descubrir América:
“Marinero, marinero- dice la reina Isabel- para darte navecitas yo mis
joyas venderé...”
-Pero eso no es de paz.
-¡Vaya, hombre! Pues a
lo mejor sí, porque de guerra no habla, así que, será de paz.
-No es eso, abuela, de verdad,
es otra cosa.
-¿Te canto la mía de
“el son”?
-Mira que eres pesada,
Lola, que no, que tengo que hacerlo yo solo.
¡Abueloooo! ¿Tú no sabrás poesías de la paz? Que hablen de una paloma o
algo así.
-¿De palomas? A ver si
me acuerdo la que decíamos en el pueblo cuando
éramos mozos:
“Si ves una paloma
que en tu ventana juega
ya tienes la cena para
ir a la bodega.
Y si ves dos
en casa de tu abuela,
saca la escopeta
y prepara la cazuela”.
Todavía me acuerdo, lo
que es la vida, no sé lo que he comido hoy, pero me acuerdo de la canción
¡Manda callar!
-¡Ostras! ¿Os comíais
las palomas? Pero, pero...
-¿Y qué quieres, hijo?
Eran otros tiempos y el hambre es muy mala.
-Eso no puedo llevarlo
a clase, es un secreto de familia y no quiero que nadie lo sepa.
De pronto escucho a
Lola y se me enciende una bombilla de
esas en la cabeza, como en los dibujos animados:
-“El son” Mandela, “el son” Mandela,
era “mu
gueno”, como mi agüela.
Y en “Caluta” vivía
Teresa,
que era tan “guena”
como una fresa”
¿Lo ves? Es de “el son”
y ya me la sabo enterita.
¡Idea gorda! Con esos
dos “personajes” también puedo yo hacer una poesía que va a dejar a todo el
mundo con la boca abierta.
A ver, me ha llevado lo
mío, pero ya está lista:
“Nelson Mandela
era un señor
de color marrón,
como la canela,
quería la paz
y en la cárcel entró,
y cuando salió
fue y se murió.
Y luego estaba
Teresa de Calcuta
una señora
que no era nada bruta.
Era pequeñina
y muy arrugada.
se murió un día
sin decir nada.”
Bueno, pues ya está, yo
creo que puede valer.
No sabía yo que ser
poeta era tan difícil...
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