Para empezar, ¿qué es el “glamur”?
Bueno, pues
según la RAE es una palabra francesa (glamour)
de origen inglés (ya empezamos a liarnos…) que se refiere a “un encanto sensual que fascina, un tipo de
belleza sofisticado y elegante”.
Vale, y
entonces ¿con glamur se nace o se va haciendo una poco a poco?
Según la
definición no parece que sea algo que vaya ligado a los genes ¿no?, “entonces - me digo a mí misma- aún estás a tiempo”. Y me hago una guía
para no perderme.
-Primer paso: Fijarte en mujeres glamurosas conocidas, yo creo que son ya
profesionales, que se levantan por la mañana “glamuradas” por sí mismas, sin
hacer nada, de la misma manera que las otras, las aprendices, nos levantamos con
dolor de espalda, legañas o el pelo hecho una penita.
Vale, me
fijo en ellas e intento imitarlas, como lo mío no es natural, que hay que
forzarlo, me meto al baño y después de un proceso de restauración, salgo
mínimamente visible, teniendo en cuenta que con el maquillaje que venden en los
chinos tampoco se puede quedar igual que con esos “de marca” cuyos nombres llenan la boca al pronunciarlos: Lancôme, Rochas (pronunciado “gochas”, por cierto),
Vanderbilt, Rubinstein… en fin, nombres que ya
dan glamur al cuarto de baño y a ti misma, pero que con el potosí que
valen comemos en mi casa una semana, que
yo quiero ser glamurosa pero de las de clase turista, de las baratas, vamos,
más que nada, por no dejar a toda la familia a dieta forzosa.
-Segundo paso: Concienciarse de que si se tiene
glamur no hay que sudar, ni toser, ni tener carne de gallina (¡qué ordinariez),
nada de eso, y mucho menos de otras acciones fisiológicas que ni menciono
¿Alguien ha visto alguna vez sudar a Isabel Preysler, por ejemplo? No señor,
ella sólo se dedica a comer bombones de Yves Rocher.
¡Ah, no, que eso no se come! De Ferrero Rocher
(es que lleva un tiempo esto de familiarizarse con los nombres).
Y ese es mi
primer problema, que yo, cuando hace calor sudo y cuando hace frío me congelo y
se me ponen los pelos como escarpias,
pero como ya no estoy en garantía, no puedo reclamar a la fábrica
¡Cachis!
-Tercer paso: oler bien, muy bien, delicadamente
bien, con aroma afrutado pero sin ser demasiado dulce, con toques de azahar
pero sin ennaranjarte excesivamente, o sea, tienes que oler “de marca”,
también. ¿Y a qué pelo están las
colonias esas que, para empezar, ni siquiera se llaman colonias, que son
perfumes o mejor aún “eau” que se dice “o”?
Pues como
las cremas, a un precio prohibitivo para las “personas humanas” normales. ¿Y
qué se me ocurrió? Pues un remedio que pudo haberme salido bien (pudo).
Entré en una
perfumería “súper- fashion”, “o sea”, de las que las dependientas van vestidas
todas de negro porque son divinas de la muerte, como si fuesen las muñecas esas
“Monster High” pero sin ataúdes ni nada, y antes muertas que sin maquillar,
porque llevan encima todos los polvos del mundo (ojo, estoy hablando de
maquillaje). ¿Y qué hice? Pues tiré de probadores.
¡Mira! Pasé
un rato de lo más entretenido: un poco de esta marca en el dorso del antebrazo,
no sé por qué, pero se hace así; un poco de aquel otro frasco tan sicodélico en
el otro antebrazo, una chispa de este en la cara interna del codo, un poco más
del otro detrás de las orejas… bueno, hasta las pantorrillas me hicieron falta
para probar todos aquellos olores, cuya mezcla me produjo una especie de
“cogorza” dulzona, pero eso sí, de
marca, bueno, de muchas marcas, indefinible, vamos. Pero es eso, o la del Carrefour de toda la
vida de Dios, que al vivir en un noveno, cuando llego por el séptimo, ya no
huele a nada, aunque es más económica, las cosas como son.
-Cuarto paso: si quieres ser glamurosa, tus hijos
también tienen que serlo, si no, no mola. Hay que fijarse de nuevo en los hijos
de las “Normas”, “Carries” “Pititas”,
“Carlas”… y todas esas. Sus hijos son como ellas: no se ensucian, no
tienen mocos, no llevan las rodillas con tiritas ni los bajos del pantalón con
la señal de habérselo sacado dos años seguidos. Sus hijos crecen, sí, pero de
otra manera, no como los nuestros que lo van dejando todo pequeño y heredan lo
del hermano, de eso nada ¿dónde se ha visto? Hay que crecer “de diseño”, con
elegancia, con camisitas bordadas, a ser posible blancas, porque como no se van
a manchar nunca… A ellos no les quedan bigotes después de comer un helado de
chocolate, no señor, son elegantes hasta para eso.
Y, muy
importante, si hay marido, pareja, novio… lo que sea, también tiene que estar
acorde con las circunstancias. Una mujer glamurosa no puede tener un marido
fontanero, electricista, escayolista… de los que llegan a las casas y dicen: “Pero, señora, ¿quién le ha hecho esto?”
No, no, a ver si nos aclaramos, esos maridos tienen que ir con sus zapatos
náuticos y su jersey (que ellos llaman “suéter”) colocado sobre los hombros,
con las mangas hacia delante y siempre conjuntando el color de toda su ropa con
el de los ojos, el cinto, los gemelos y los pantalones, vamos, arreglado pero
informal, con un aire “casual” que quiere decir que aunque tarden tres horas en
arreglarse el resultado tiene que dar la impresión de que a ellos les queda así
sin querer, de “casual”- idad. No como nuestros “Pepes”, “Manolos” o “Pacos”
que son capaces de presentarse con un pantalón de cuadros y la camisa de
lunares, ¡por favor!
¿Ves? Otro
escollo importante, mis hijos se ponen perdidos en el parque, llegan a casa
oliendo como mofetas, se caen de la bici y sangran (¡qué vulgaridad!), y encima
se acatarran y tosen quince días contagiando a todo el vecindario.
Lo estoy viendo crudo.
-Quinto paso: Estar operada de algo (no vale apendicitis ni juanetes, las glamurosas vienen de serie sin apéndice ni nada antiestético), la operación tiene que ser para quitar patas de gallo, arrugas, dobles mentones (o sea, papadas) y todo eso. Ahora ya se va llevando más rellenar lo que se va quedando vacío sin pasar por el quirófano, con bótox, ácido hialurónico…
Da igual si te levantan tanto los pómulos que no puedes abrir los ojos (total, “pa” lo que hay que ver…), no importa si tienes noventa años y unos carrillos como los de Heidi, el caso es parecer fresca y lozana, o que te dejen unos morros como si te hubiesen dado un puñetazo, sólo te pegan lo que viene siendo un sablazo en la cartera, porque esos tratamientos son todos caríiiiiiiiiiiiisimos.
-Detalles: No es un paso en sí mismo, pero ayuda. Son actitudes, pequeños gestos, insignificancias, pero que dicen mucho, por ejemplo, en mi caso, dicen que no, vamos, que no tengo yo tan claro que lo del glamur no sea de nacimiento.
Juro que lo
intento. Salimos de viaje, les pongo “súper-guays” a todos, yo voy hecha un pincel,
parecemos la familia “Pin y Pon” obviando las protestas que salen por esas
bocas en forma de reproches por no dejarles ir en bermudas floreadas y con
camisetas descoloridas. Bueno, llegamos al coche, que es del estilo del que
llevan ahora “los Urdangarines”, en lo único que nos parecemos a ellos (antes
me daba rabia, ahora me alegro de no parecerme en nada), un coche de casi
veinte años, sin aire acondicionado, ni cierre centralizado ni nada de nada. En
la calle caen los cuarenta grados y en el coche no baja de cuarenta y cinco por
más que se abran todas las ventanillas, el maquillaje me empieza a escurrir por
una mejilla y trato de limpiarlo discretamente, (que soy casi glamurosa), el
pelo cae sobre la frente, empapadito del todo, la camisa nueva tiene dos corros
debajo de las axilas delatando ese estigma que tenemos los normales y
corrientes: ¡horror, sudamos! El niño coge una bolsa de patatas fritas y
empieza a comer porque si no, se marea, el otro llora porque también quiere
pero no tengo dos exactamente iguales, la niña vomita apenas arrancamos, y su
padre se acuerda de su suegra en ese momento o dicho con palabras textuales,
suelta un “¡la madre que te parió!”,
dirigido a mí, como si yo fuese la culpable de todo lo que nos pasa.
¿Se puede ser glamurosa así? Pues no, hija mía, no, así lo que haces es pescar un cabreo de tres pares de narices mientras crees que se ha nublado el sol y resulta que lo que te pasa es que el rímel (de los chinos) se ha empezado a deshacer y corre por las mejillas en forma de reguero, mientras el pequeño dice: “¡Mamá se ha roto, llora en azul!, ¡llora en azul!”
¿Se puede ser glamurosa así? Pues no, hija mía, no, así lo que haces es pescar un cabreo de tres pares de narices mientras crees que se ha nublado el sol y resulta que lo que te pasa es que el rímel (de los chinos) se ha empezado a deshacer y corre por las mejillas en forma de reguero, mientras el pequeño dice: “¡Mamá se ha roto, llora en azul!, ¡llora en azul!”
Pero yo no me rindo, si estoy aguantando como una campeona la crisis, los recortes, los
ajustes, la caída de la bolsa y la subida de la prima ¿no voy a poder ser
glamurosa, aunque solo sea un poquito?
No, maja, no
me sale. Fíjate que el otro día he ido al cine con los niños a ver una de esas
de 3D, que te dan unas gafas para que lo notes, y yo no noté nada. “Esto es una estafa-le dije al crío- no hay ninguna diferencia, solo está un
poco más oscuro, nada más”, a lo que el niño me respondió: “Mamá, tienes puestas tus gafas de sol”.
También me
ha pasado lo contrario, ir en el coche un buen trecho con las gafas de 3D
creyendo que llevaba las de sol.
Lo que digo:
detalles, pequeñeces que dejan claro que yo no lo voy a lograr nunca.
Quiero ser
fina, pero no se me arregla, quiero ser guay, “maravitupenda”, cool, y no tengo
arreglo.
Vi en la
tele que hay una emisora de radio (ahí queda eso) que se llama “Radio María” y
pensé: “esto tiene que ser moderno”,
porque entendí que la “maría” a la que se referían era a la que se fuma, y como
de eso no entiendo nada de nada, pensé ponerme al día sintonizando esa emisora
totalmente nueva para mí, aunque luego supe que lleva ya varios años en las
ondas.
-¿Y tú a qué edad empezaste?- preguntaba la voz melodiosa de la
locutora a una oyente con la que estaba conversando por teléfono.
-Yo, muy joven, a los doce años- contestó
una voz casi infantil.
-Y ahora ¿cuántos años tienes?
-Tengo catorce y sigo en ello- respondió
la jovencita aparentemente orgullosa de seguir en “ello”.
¡Dios,
bendito! ¿Pero qué me estás contando? ¡Si es una niña!
Me quedé
patitiesa (¿ves? Si fuese glamurosa me hubiese dado una crisis de ansiedad) y
presté un poco más de atención al programa:
-¡Hola amiga! Cuéntanos tu caso.
-Bueno- decía una voz un poco más madura- yo empecé también jovencita, pero luego al
casarme y tener hijos lo fui dejando.
“¡Menos mal!-pensé- al menos sigue quedando gente con un poco de cordura, que por mucho que
se haya dado a la “maría” de joven, al tener responsabilidades familiares ha
sabido sobreponerse.
-Pero ahora he vuelto- dijo la que yo
creía cuerda- y lo que quiero es que mis
hijos también se inicien en ello.
-Claro que sí, amiga, lo que se ve, se
aprende.
¡Socorro del
gordo! ¿En qué mundo vivimos? ¿Y yo queriendo tener glamur mientras hay tanta
depravación a mi alrededor? ¡Joer!, perdón, ¡recórcholis!
Y en esas
estaba, casi alucinando con lo que acababa de oír, cuando la locutora me aclaró
las ideas:
-Bueno, pues ahora vamos a contactar con el
padre “Fulanito”, para que nos hable del tema de hoy: el voluntariado.
Vamos, que
la emisora no era de la “maría” que yo pensaba.
No, no me
sale ser glamurosa y seguramente no lo sea nunca, porque, además, me he dado
cuenta de que tampoco quiero serlo, no vale la pena, si yo no me disfrazo ni en
carnaval ¿a quién quiero engañar?
Por otra
parte, aunque el glamur no vaya ligado a los genes, va ligado a la cartera, y
con los tiempos que vivimos, tal vez no sea el mejor momento para intentarlo.
Glamurosa no
seré, pero optimista y positiva sí, porque es buenísimo para el cutis: mucho
mejor sonreír que la mejor de las cremas, mucho mejor mirar hacia delante y
pensar que ya sólo podemos ir a mejor que amargarnos pensando que no vamos a
salir de esta.
Si con estas
letras he conseguido esbozar una sonrisa en la cara de alguien, me doy por
satisfecha, en caso contrario seguiré
intentándolo, glamur no, pero perseverancia tengo para exportar.
Ufff, qué relax! la lectura de tu Glamour me ha sentado mejor que un masaje en un Spa. Bueno,unas friegas, que dirían nuestras abuelas.
ResponderEliminarGracias, Bea,por tu optimismo, por tu sentido del humor, por tu vitalidad y sobre todo por compartirlo con nosotros.
Un abrazo
Es cierto , que glamour ni que nada , Vivan la vida a pies descalzos!!
ResponderEliminar