Esta es la historia de una niña a la que solía llevar un modelo de abrigo con capucha en tono rojizo, de Lorenzo Caprile, por lo que le gustaba que la llamasen "Caperuzita roja de diseño", con esa "z" en el nombre, que le daba un cierto toque de distinción...como de princesa, vamos.
Un día, la abuela de Caperuzita se puso enferma porque le subió la tensión, el colesterol, los triglicéridos, las transaminasas y todo lo que le podía subir.
-Anda, hija- le dijo a Caperuzita su madre- acércate a casa de la abuela y llévale unos "taper" con comida, que no sé qué le pasa, pero se ha metido en la cama y dice que no puede ni hacer comida de tan cansada como está.
-¿Y tengo que ir yo? ¿No puede ir nadie más? ¡Jo, mama! Que tengo que hacer muchas cosas....-dijo la dulce criaturita.
-¿Tienes examen mañana?
-No, pero tengo que actualizar mi perfil de Facebook que hace la tira que no pongo nada en mi muro, y además he quedado con Jasmine en el Messenger , por lo visto ha tenido bronca con Aladin, y además, quiero entrar en Twiter y...
-Bueno, bueno, hija, organízaté, pero hay que llevarle esto a la abuela que no tiene comida.
-¡Jo! Pues que se compre un robot de cocina y no dé tanto la chapa.
-Anda, deja de protestar y acércate en un momento, pero ten cuidado que anda por ahí el lobo feroz y ya sabes lo cansino que es.
Aunque a regañadientes, la niña cogió la bolsa térmica mega pija y salió hacia casa de su abuela, con su MP8 ó 9 (Dolby Surround, un trillón de canciones..., un caprichito) y unos juegos en el móvil para no aburrirse por el camino.
hamburguesa con un queso muy "grana padano", y el otro era de un canal de televisión en el que había hecho un casting para entrar en "Gran Hermano de los cuentos", pero no la habían cogido, qué mal rollo, seguro que había entrado alguna de las siete cabritillas o la zorra aquella de las fábulas de un tal Esopo.
-¡Eh, nena! -la voz del lobo la sacó de sus pensamientos, mira que era pesado el dichoso animal- ¿Dónde vas a estas horas?
-A casa de mi abuela, que le ha dado un chungo y no tiene nada que papear ¿Y tú?
-De empalmada, estuve de botellón con el lobo de los tres cerditos y el de las siete cabritillas, nos liamos y ya ves qué horas se han hecho. Voy hasta el Inem, que tengo que sellar la cartilla del paro...
-¿Tú también? Según venía me encontré con el sastrecillo valiente y con el gato con botas que también iban para allá, menudo rollo...
-¡Natural! La gente no lee, ya no les cuentan cuentos a los niños, sólo les compran maquinitas, ordenadores y aparatos, pero de leer, nada de nada, yo ya no asusto ni a los recién nacidos.
-No te deprimas, anda, que ya verás cómo pronto se pasará todo. Mi abuela dice que ya ha habido otras crisis antes y que siempre se terminan superando.
-¡Ostras, tú! Si yo tenía que comerme a tu abuela, pero es que no puedo, el veterinario me ha puesto a dieta porque de no trabajar tengo sobrepeso y me ha prohibido las abuelas terminantemente, así que, ya ves qué papelón.
Caperuzita se sintió muy apenada por el lobo, ella había oído hablar de la crisis pero no tenía ni idea de lo que era porque en su casa no se había notado en ningún momento. Sus padres habían trabajado en el ayuntamiento del bosque y tenían una pasta gansa así que, a ellos no les afectaba, pero tenían conocidos en la "working class" que las estaban pasando canutas, y eso afecta, claro.
-A ti te va bien ¿verdad?- le dijo el lobo que ya tenía muy poco de feroz.
-Sí, pero me molaba más antes, cuando no había tan mal rollo. Ahora, cuando llego a clase con ropa de diseño me miran raro, y mira que voy a un colegio sólo para princesas de cuento, pero no sé cómo explicartelo, osea, es que me siento extraña ¿me entiendes?
-Pasa de todo, tía, si tú vas bien en los estudios, no hagas ni caso.
-Claro que voy bien, los profesores me han cogido tanto cariño que no me dejan pasar de curso, ya llevo tres años en cuarto de la ESO, osea, que bien ¿sabes?
-Bueno, tronca, pues me alegro de verte, pero tengo que irme porque he medio quedado con gente.
-No, no, ya te digo que no puedo, dale recuerdos de mi parte, y dile que llame a "Tele pizza" y se deje de rollos de que tengas tú que ir a llevarle comida, que eso ya no se ve por el mundo.
-Pero te estás cargando el cuento...
-¿Y qué más da si nadie nos lee?Pues sí que estaba deprimido el lobo, menudo ánimo tenía.
Sería mejor no hacer ni caso, seguro que no era para ponerse así. Iría a llevarle la comida a su abuela, que le soltase una propina de paso y así podría darse una vuelta por las tiendas de Adolfo Domínguez y Ámaya Arzuaga para renovar el fondo de armario.
-¡Pero qué pija nos saliste, hija!
-¡Jo! Abuela, no me digas eso.¿Yo qué culpa tengo?
-En eso tienes razón, la culpa la tienen tus padres que te consienten todo, mucho vicio es lo que tenéis los jóvenes de ahora.
Sin que la mujer se diese cuenta, Caperuzita se puso los cascos y así la abuela siguió con su eterno sermón mientras la chica escuchaba su música y esperaba discretamente la paga de la abuela.
Vendrían tiempos mejores, porque por lo que escuchaba, los actuales no eran muy buenos, pero desdeluego, ella vivía la mar de tranquila , al fin y al cabo, siempre hubo ricos y pobres.
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