No soy yo quien hace esta propuesta, sino la autora norteamericana Amy Sutherland, que en su libro "Lo que la orca Shamu me enseñó sobre la vida, el amor y el matrimonio" prueba que las técnicas de adiestramiento animal funcionan en seres humanos, algo que ella aplicó, concretamente, con su marido y dice que le ha ido muy bien.
Tranquilas las feministas, que el método también vale para las mujeres y los hijos, vamos, que como dicen las abuelas: "fuera del alma, todos somos animales".
La mencionada escritora, ha causado una considerable polémica ya que le han llovido las críticas por comparar a su marido con un animal y dar una visión un tanto antigua del matrimonio, pero como todo tiene su lado positivo, tampoco le han faltado los apoyos y desde que enviase un artículo a la edición digital del New York Times contando su experiencia, logró firmar un contrato editorial, se paseó por todas las televisiones, vendió los derechos a Hollywood y su libro está siendo ya traducido a varios idiomas.
Amy dice que igual que se entrena a los delfines, se puede entrenar a los maridos con cinco pasos muy sencillos:
1-Ignorar las actitudes que no gusten. Según los entrenadores de animales, prestar demasiada atención a los comportamientos negativos puede reforzarlos y perpetuarlos. Su marido, por ejemplo, acostumbraba a dejar la ropa sucia tirada por el suelo, ante lo que ella optó por no hacer caso, pasar por encima, ignorarlo.
2-Fomentar el comportamiento que se desea y asegurarse de recompensarlo. Cada vez que el marido ponía la ropa en el cesto, ella le daba un premio.
3-Ser más flexible y creativa. Si la técnica empleada no funciona, hacerlo de otra manera, recordando siempre la frase de los entrenadores de animales: "la culpa nunca es del animal".
4- Dar pequeños pasos. No se puede pretender que un delfín de una voltereta en el aire el primer día de entrenamiento, hay que ir con calma y recompensar los pequeños progresos.
5-No tomar las cosas a pecho. Los comportamientos no son reflejo de los sentimientos, son sólo actitudes. Si su marido dejaba la ropa sucia tirada no era porque no quisiese a su mujer, sino simplemente un comportamiento.
Bueno, Amy dice que le ha funcionado y que su propio marido ha empezado a utilizar la misma técnica con ella, que ahora se siente más optimista, con más paciencia y autocontrol.
Y digo yo...
Que para esto hay que valer, porque claro, si yo me encuentro la ropa sucia tirada por la casa (que a veces ha ocurrido) soy incapaz de pasar por encima de ella, hacer caso omiso y no dar ni la menor importancia al asunto. Yo no puedo, yo monto en cólera, bajo a todos los santos del cielo, empiezo a decir que dónde está escrito que aquello haya que dejarlo allí, que la ropa no tiene pies para ir a la lavadora y muchas cosas más que no puedo poner aquí.
Y vamos, si veo que meten la ropa en el cesto o los platos en el lavavajillas no voy repartiendo besos por la casa, porque considero que es algo que tienen que hacer, que yo también lo hago y nadie me hace un homenaje.
No le quito la razón a la autora de este polémico libro, y ni siquiera me parece mal que nos compare con los animales, que al fin y al cabo, es lo que somos (todos, no sólo los maridos), lo que digo es que hay que valer para ello, que todos nos tendríamos que reeducar: hijos, padres, maridos y mujeres. Claro que nuestro aprendizaje es similar al adiestramiento de los delfines o de los perros, no le falta razón, es lo que hacemos cuando enseñamos a nuestros hijos, cuando les premiamos si hacen las cosas bien o les castigamos si las hacen mal, le pueden poner nombres muy sofisticados, pero es lo que hicieron nuestros abuelos y bisabuelos sin haber ido a la universidad, así que, no anda muy desencaminada.
Lo que ha creado la controversia es que ella haya aplicado el método a su marido porque siempre surgen voces críticas que la censuran por airear temas personales, pero está claro que esas mismas voces le han venido fenomenal porque le han facilitado la divulgación de su libro a nivel internacional y eso se traduce en ventas y en cuantiosos ingresos económicos, ya se sabe, "que hablen de uno aunque sea mal"
En fin, dicho queda, y que cada cual saque sus propias conclusiones.
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