Hoy me toca reflexionar sobre un tema que con frecuencia tratamos en casa (es lo que tiene contar con educadores de profesión en la familia), y que es la importancia de los padres en la educación de los hijos.
La teoría nos la sabemos todos: "los padres son muy importantes", eso lo tenemos claro, pero como la vida actual impone unritmo frenético, nos apresuramos a depositarlos amablemente en los colegios para que allí se encarguen de enseñarles todo, y cuando digo "todo" es porque sigue habiendo padres que creen que es en el colegio donde se tienen que encargar de toda la educación de los hijos.
Escribe Leopoldo Abadía en el Confidencial Digital un artículo que es el que ha inspirado esta pequeña reflexión y que recomiendo que leais porque me parece muy bueno. Hace referencia a que la responsabilidad de los padres en la educación es del 97% tanto si sale bien como si sale mal.
Estoy de acuerdo con él.
Nos afanamos, bueno, no voy a incluirme porque sería injusto ya que nunca lo he hecho, diré mejor que hay padres que se afanan en tener el tiempo de sus hijos tan ocupado como el suyo llevándoles a clases de todo lo imaginable, sin darse cuenta de que tal vez serían un poco más felices ( padres e hijos) si compartiesen más tiempo juntos, si participasen más de sus estudios, de sus exámenes, de sus preocupaciones.
Hay veces ( casos verídicos) en que los niños van al cole a las siete y media (programa madrugadores) con tres años, pasan la mañana en clase, se quedan al comedor, van a las actividades extraescolares y les recogen los papás hechos fosfatina a las seis o siete de la tarde para llevarles a casa, darles la cena y acostarles. Se pasan los días y las semanas y no están con los niños.
Yo sé que hay que trabajar, que no podemos permitirnos el lujo de arrinconar todo para dedicarnos en exclusiva a los hijos porque en ese caso no podríamos ni darles de comer, pero tal vez haya un término medio, un punto en el que nos demos cuenta de que ser padres no es la emoción del embarazo y las gracias de sus primeros balbuceos. Ser padres es también estar a su lado, calzar sus zapatos y vivir sus problemas desde su punto de vista, acompañarles en su crecimiento y tener toda la paciencia del mundo porque los resultados se van viendo día a dia y merece la pena.
Claro que de padres estupendos salen a veces hijos sinvergüenzas y al contrario, pero no es lo más frecuente.
Dice Leopoldo Abadía que le suelen preguntar en sus conferencias por "qué clase de mundo les vamos a dejar a nuestros hijos", pero que habría que preguntarse "qué clase de hijos le vamos a dejar a nuestro mundo", y tiene mucha razón.
Es cierto que vivimos años desconcertantes, inseguros y poco proclives a la paternidad, pero una vez tomada la decisión de ser padres hay que asumirla en toda su medida y pensar que tenemos que dedicarles tiempo para tener hijos normales, no hijos perfectos, sino seres normales con los que compartir nuestra vida (alegrías, disgustos, enfados... la vida al fin y al cabo).
Yo me admiro de los padres que se las dan de modernos y presumen de que su bebé recién nacido duerme en su propio cuarto, o le aplican tal o cual método para que duerma solo, determinadas disciplinas para que coma o se vista o haga esto o aquello antes que nadie, para que no llore o no tenga "mimos", para que no tenga miedo, para que no esté "enmadrado".
¡¡Eh!! Que son niños, que son nuestros hijos, que tienen que tener mimos y miedos y temores y angustias y risas y llantos... y en esos momentos, los padres tienen que estar a su lado y hacer que no se sientan solos, que sepan que son queridos y lo más importante en nuestra vida.
Todos hemos cometido mil errores en la educación, a eso sí que me apunto la primera porque con el paso de los años veo que hubo muchas cosas que hice mal, pero como eso no puedo cambiarlo ya, quiero ser positiva y pensar que también hubo cosas que hice bien y fomentarlas ahora con mis hijos más pequeños.
No podemos dejar la educación en manos de los profesores, porque no es responsabilidad de ellos, porque no pueden ni tienen por qué hacerlo. Ellos pueden enseñarles las técnicas adecuadas para la lectoescritura, las ecuaciones de tercer grado o los verbos irregulares; pueden darles conocimientos que nosotros no tenemos o que no sabemos cómo dárselos, pero hay muchas cosas que no vienen en los libros y que se aprenden en las casas, siendo responsabilidad de los padres enseñárselas a medida que van creciendo.
Estoy segura de que se volverán a recuperar valores perdidos. No digo que llegue aquello de tratar a los padres de usted o de que el profesor pegue con la regla en las manos, claro que no, pero sí tendrá que darse su lugar a los profesores y a los padres, ocupando cada uno el suyo y siendo respetados ambos siempre que eso lo vean nuestros hijos en casa.
En mi modestísima opinión, se puede trabajar y tener hijos, pero dedicándoles más tiempo, no dejando que lleguen a casa y nunca haya nadie, no permitiendo que el ordenador sea su compañero, que la televisión les guie o que la soledad levante un muro entre ellos y nosotros.
Es cierto que no tendremos un chalet estupendo con un Mercedes aparcado a la puerta y una casa en la montaña, pero tendremos hijos a los que habremos criado (¡qué bonita palabra!) rodeados de lo mejor: nuestro cariño, que suena muy cursi, pero es real.
Es cierto que no tendremos un chalet estupendo con un Mercedes aparcado a la puerta y una casa en la montaña, pero tendremos hijos a los que habremos criado (¡qué bonita palabra!) rodeados de lo mejor: nuestro cariño, que suena muy cursi, pero es real.
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