miércoles, 24 de septiembre de 2014

PEPÍN Y LOLA.


lo que faltaba

            Lo que faltaba, sí, papá y mamá a la cárcel.
            Todo empezó cuando el abuelo fue a comprar un bote de melocotón y le dieron un papelito para que lo rellenara porque a lo mejor le tocaba la rifa de un viaje a Canarias. 

            Y le tocó.
            Un viaje para dos personas a una isla de las que están tan lejos que no caben en los mapas y las ponen en una esquina, como pegadas allí para que no se nos olviden.
            -Nosotros no podemos ir, con lo de la abuela... imposible.
            “Lo de la abuela” es que le dan pánico los aviones, pero no todos, solo los que pasan por encima del mar, porque no sabe nadar J
            Ella puede ir desde lo de arriba del mapa hasta abajo y volver sin bajarse, siempre que no haya azul por debajo va feliz y sin preocuparse de que si el avión se cae, se hace una tortilla de abuela bastante maja, eso le da lo mismo, pero sobrevolar el mar...eso sí que no. Se imagina flotando por ahí meses  y meses a la deriva porque al no saber nadar no podría llegar nunca jamás a ningún sitio. Yo, para tranquilizarla, le digo que antes de todo eso se la zamparían los tiburones, las ballenas jorobadas o las orcas asesinas, pero no me cree, no hay manera de que me haga caso, luego dice que yo soy cabezota como mamá (ella es la madre de papá).
            -Que vayan “los chicos”- dice el abuelo- nosotros estamos a gusto en casa.
            Pues ya está, vamos Lola y yo. ¿No?
            Pues no señorito,  para ellos, “los chicos “ son papá y mamá. Se han echado todos a reír y no nos han hecho ni caso. Que si somos muy pequeños, que si no podemos ir solos, que si eso no es para niños... Pero luego, si queremos otras cosas como hacer un concurso de pedos o comer los macarrones con la mano, dicen que no, que ya somos "mayorcitos". ¿En qué quedamos?
            Total, que se han ido papá y mamá.


            Un morro que lo pisan, eso es lo que tienen. Van en avión y vuelven en barco, menuda pasada, y nosotros en el colegio. No es justo, no lo es.
            Nos han dejado con los abuelos una semana, que es otra cosa diferente a estar en la playa, pero que también mola.
            Como el abuelo ya no quiere conducir, nos lleva y nos trae al colegio en taxi, como si fuésemos ricos, pero no.
            La abuela nos hace para comer solo las comidas que nos gustan, las otras no:
            -El pescado y las verduritas para cuando estéis con mamá, que las hace más ricas que yo.
            Mentira podrida, la abuela lo hace todo mucho más rico que cualquiera, pero no nos quiere poner pescado y verduras porque sabe que protestamos y Lola vomita. Un ascazo que lo flipas.
            Juegan con nosotros todo el rato, y eso que no tienen Play, ni tablet, ni nada, pero ni nos acordamos de esas cosas. Jugamos al parchís, a la oca y hasta estoy aprendiendo a jugar a ajedrez. Lola lo confunde todo, ayer le "comió" al abuelo dos peones, la reina y el rey, contó "dieciveinte" por el tablero del ajedrez y terminó diciendo "de loca a loca".  Tiene una empanadilla un poco mental, la verdad.
            Por la tarde, mientras hacemos los deberes en la antigua habitación de papá, la abuela plancha en la cocina y pone en la tele programas que vocean mucho y eso que son mayores.
            -Pero yo no lo veo, eh, solo lo tengo ahí para que haya ruido, pero verlo, no lo veo- dice en defensa propia.
            Pero sí que lo ve, sí, que el otro día le quemó al abuelo su camisa favorita porque dejó apoyada la plancha mientras se quedaba "opiplática" mirando no sé qué. Y también ve "Hombres, mujeres y viceberzas" , que lo sé yo aunque ella lo niegue.
                Hemos pasado unos días “muy geniales”, pero justo cuando estábamos esperando ya que llegasen papá y mamá del viaje, han llamado al abuelo .Ellos no se han dado cuenta, pero yo lo he escuchado todo:
            -Llamaron “los chicos”, ya están ahí, ya han “atracado el banco”.
            -¿Sí? ¿Y todo bien?
            -Sí, sí, ningún problema.
            ¡Dios! Pero ¿los abuelos también van a estar implicados? ¡Con lo buenos que parecían!
            -Menuda familia tenemos, Lola, tendremos que prepararnos a hacer un montón de bocadillos para llevárselos a la cárcel con una lima dentro, como en los cómics, para que limen las rejas y puedan escaparse de allí.
            Pero no sabe guardar un secreto, es una niña cotorra y chivata que lo tiene que cacarear todo.
            Cuando papá y mamá llegaron por la noche, allí estaba ella, con dos rebanadas de pan Bimbo y una lima de cartón de las uñas dentro, dándoselo a mamá:
            -Toma, “pa” que te “ecape”.
            Hala, todos a besar a la mocosa, y a mí, que soy el que tiene las ideas, ni caso.
            -¿Escaparme? Pero ¿de dónde, mi vida? ¿De dónde me tengo que escapar?
            -De la “cáce”,  lo dijió Pepín.
            ¡Pum! Todos los ojos hacia mí. Y los ojos no tienen boca, pero preguntan que da gusto.
            -¿Pero no habíais atracado un banco?
            Ji,ji. Ja,ja. Jo,jo. 
            Pues yo no me río.
No me hace ni pizca de gracia.
En mi clase de 4ºA todavía no hemos dado nada de eso. ¿Cómo voy a saber yo que cuando llega un barco al puerto se dice que “ha atracado”?
            -¡Ven aquí, tontín!- dice mamá.
            -Pepín, tontín, bobín, idiotín, pavín…
            Lola casi no sabe hablar, pero hay cosas que aprende rapidísimo.
            -Imbecilín, memín, sosín, tontín.
            ¡Bah! Y encima se repite.

                

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