viernes, 13 de septiembre de 2013

¡¡MENUDO SUSTO!!



Ya de regreso de las vacaciones, retomamos con ganas la escritura, y para empezar, os dejo un relato que, como siempre, espero que os guste.
Va de niños, de cómo interpretan nuestras palabras, de cómo se sienten, de lo que a veces se nos escapa y ellos cazan al vuelo.
A ver qué os parece.

MENUDO SUSTO
(Diario de Jorge)

22 de agosto
Yo lo veo todo igual,  el mes se está acabando y nadie está más triste, ni se despide, ni hace maletas.Pero, claro, maletas  ¿para qué? si se supone que allí no hacen falta. No sé, no entiendo nada.

23 de agosto
Cumpleaños  de mi hermano. Solo le han hecho regalos de los que no molan: un gorro, dos pares de calcetines, unas zapatillas  y un pijama.  Todo de “los chinos”. ¿Qué se pensaba? ¿Que por ser el segundo iba tener regalos distintos de los que tuve yo? ¡Ja!
Ahí está, jugando a que la caja de las zapatillas es la Play. El muy boborolo  se pone delante y le hace gestos con la calculadora esa que pone “ Bar Pepe les desea feliz Navidad”, y dice que es un mando a distancia.
A distancia nos vamos a ir como lo que dijo mamá sea verdad.

24 de agosto
Hoy ha sido el santo del abuelo. Dice que seguramente será el último año que esté “aquí”. Cuando dice “aquí” no quiere decir en nuestra casa, sino en el mundo en general.
¿Sabe algo o no? No sé, es que eso de que no va a estar lo lleva diciendo tantos  años...



25 de agosto
¿Si fuera verdad no estarían mamá y papá  tristes, o sea, más tristes?
Mi hermano no se entera porque está atontao, y sigue ahí, en su mundo imaginario, y el otro, nada, porque es un enano cabezón que vive feliz entre los barrotes de la cuna flipando con el único muñeco que tiene, y  partiéndose de risa con que le dejen el culo al aire un rato; pero yo, claro, voy a cumplir nueve años dentro de once meses, y eso se nota.

26 de agosto
Papá llegó a casa y dijo lo de todos los días: “Nada, hoy tampoco hay nada”.
Mamá, también: “Como siempre, eso ya lo sabía yo”.
No sé cómo lo hace, pero siempre lo sabe todo. ¡Anda que no he registrado yo veces su armario por si tenía una bola de cristal! Pero no, es así por ella misma, es muy sabedora.

27 de agosto
“Se nos viene encima una muy gorda”
Cuando la abuela dijo eso pensé que se refería a Conchi, la del cuarto, la que estropeó el ascensor hace dos años y ya no se pudo arreglar, que a ella le da igual porque vive en el primero, pero a nosotros nos fastidia porque vivimos en el cuarto y el abuelo, cuando llega arriba no tiene oxígeno en el “celebro” y por eso ya no nos da propina, porque se le olvidan las cosas. Pero Conchi no vino, no sé qué gorda decía la abuela.

28 de agosto
Mamá ha fallado. Ayer dijo: “Esto va a explotar”.
Y no.
Puso la olla con los garbanzos, como todos los días, pero no hubo suerte, hoy también nos los tuvimos que comer. Ella que siempre repite eso de  que en todas las casas se cuecen habas, ya podía cambiar, joroba... O llevarnos a comer a un “bufete”, pero dice papá que no está el horno con bollos.
 No se entera, hace un año que no tenemos horno, y por lo menos dos, que no tenemos bollos.

29 de agosto
¿Y si es verdad? Hoy lo dijo otra vez, pero después llegó a casa con los libros del curso que vamos a empezar. Este año vienen ya forrados y en los míos pone “Carmen Padilla Gómez” y en los de mi hermano “Elena Vega García”.
Dice mamá que son las autoras.
¡Sí, hombre, las autoras! Escrito con boli y pegado con celo...
Pero, para qué nos dan los libros si el curso empieza en septiembre y se supone que para entonces nosotros ya ... no...bueno, eso, lo que dijo mamá. ¡Qué miedo! No entiendo nada.

30 de agosto
Hoy  he dormido poco porque la última vez que miré la hora eran las diez de la noche, y a las once de la mañana ya estaba despierto.
Es que el cabezón ha llorado mucho y han tenido que llevarle a la médica, que le ha puesto un jarabe y le ha mandado llevarlo otra vez  dentro de cuatro días a ver cómo está y si se le ha quitado la fiebre.
¿Cuatro días? ¡Pero si estamos a treinta! ¿Cómo va a estar dentro de cuatro días?
Si mamá tiene razón en aquello que dijo, en cuatro días el enano no tendrá fiebre, ni fiebre ni nada, vamos.

31 de agosto
Hoy papá trajo un "bic" de leche y desayunamos los tres como fieras, el cabezón repitió biberón, encima que es el último que ha llegado a la familia...
Papá y mamá dijeron que no les apetecía la leche, que no tenían ganas, que la tomáramos nosotros. No quedó ni una gota.
Anoche pensé darles un beso a todos cuando estuviesen dormidos, pero me dormí antes y no pude, a ver si hoy me da tiempo antes de que pase... lo que tiene que pasar.

¡¡¡1 de septiembre!!

Voy a la cocina como un avión y allí están todos tan campantes.
Se me quedan mirando y yo mirándoles a ellos.
Pero entonces...mamá se equivocó.
Llaman a la puerta y es la abuela que viene con un paquete de churros.
-¡Abuela!- le digo- ¿Tú tampoco te has muerto?
-¡Coña! ¡Qué rico se despierta este niño!- dice la abuela- Dan ganas de darle un mosquilón entre las orejas y que se vuelva a dormir tres o cuatro meses.
¡Ha fallado! ¡Mamá ha fallado!
-¡No nos hemos muerto, mamá-le digo- te has equivocado!
Se miran unos a otros, mamá escurre el bulto como si no se acordase de nada, y la abuela dice:
-A este crío le falta un hervor, ya os lo he dicho yo más veces- y se mete un churro entre pecho y espalda.
-Lo dijiste tú, mamá, que yo lo escuché. Un día le dijiste a papá que este mes nos moríamos todos, ¡lo dijiste!.
-¿Le llevamos a urgencias?- dice papá.
-¡Que no, hombre, que no! A ver, ¿cuándo he dicho yo eso? ¡Contesta!
Y luego añade:
-¡Y no rechistes, que como se te ocurra abrir la boca te vas a enterar!
Pero entonces ¿qué hago? ¿hablo o no hablo?
Vale, hablo, porque mientras esperan que diga algo comen churros a toda marcha y me voy a quedar sin ninguno.
-Le dijiste a papá que este mes, a finales nos moríamos. Lo he oído yo, mamá, tú estabas con la calculadora esa que tienes siempre y papá hacía una quiniela, que os vi yo.
Y se echó a reír.
Hacía mucho que mamá no se reía así, hasta se le caían lágrimas por la cara abajo, y yo no sabía si reírme con ella o llorar también.
-Si es que eres tonto, hijo mío, pero que muy tonto...
Me abrazaba, me revolvía el pelo, me daba besos, me volvía a llamar tonto...
-Lo que yo le dije a tu padre fue que no llegábamos a fin de mes, hijo, que no llegábamos ¿me entiendes?
Y se frotaba el dedo índice y el pulgar delante de mis ojos, haciendo un gesto que se hace cuando se habla de dinero.
-¡Pero eso me lo dice todos los meses, chaval! - dijo papá-Y aquí estamos, aguantando el chaparrón, como campeones.
Se rieron todos, hasta el cabezón se reía y hacía palmitas como un loco, y luego cuando le piden que las haga no le da la gana.
Un churro me quedó, y porque se lo birlé a la abuela mientras la despistaba, que luego dice que tiene “antrosis” y no puede moverse, pero ¡joroba! es ver la comida y se le cura todo.
Ahora muchas risas, pero ¡menudo susto he pasado!

 

    

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