miércoles, 19 de septiembre de 2012

AL MAL TIEMPO...


   Otra de humor ¿vale?
 
   Está todo tan feo ahí fuera...



  JOROÑA QUE JOROÑA 


  Bueno, por fin es lunes, sí, he dicho bien, por fin es lunes, porque para pasar un fin de semana como el que me he pasado, que me den todos los lunes del mundo juntos.
            Resulta que después de una semana agotadora entre el trabajo de las mañanas y el que estoy buscando para las tardes, llegó el viernes por la noche, me puse el pijama, me metí en la cama con un buen libro dispuesta a relajarme un ratito, y no había hecho nada más que leer la primera línea cuando sonó el teléfono dándome tal un susto que se me rizó el pelo sin permanente ni nada.
            -¿Es usted la madre de Vanesa?- me dice una voz masculina al otro lado del aparato.
            -No…digo..¡Sí! ¿Le ha pasado algo? ¿Quién es? ¿Dónde está la niña?
            -“La niña” - dijo con un cierto retintín mi interlocutor- está en la comisaría, así que, cuando pueda usted, pase por aquí a recogerla.

            -¿Pero qué ha pasado?- pregunté con un hilillo de voz que me salió de no sé dónde.
            -No se preocupe, escándalo público…
¡Ah! Bueno… “escándalo público”, entonces nada…ya no me preocupo…
¡Pero bueno! ¿Qué se creé esta gente? ¿Que una está acostumbrada a que detengan a su hija de diecisiete  años todos los días por escándalo público?


            Me vestí y salí para la comisaría lo más rápido que pude. Mientras iba conduciendo con las manos temblorosas, suena en el radio-casette Camilo Sesto insistiendo en que “ ya no puede más, ya no puede más…” Y, mira por dónde, me sentí identificada  con ese señor, porque eso es exactamente lo que me pasa a mí desde hace ya tiempo, que ya no puedo más, que estoy cansada y que no sé por qué me tienen que pasar a mí tantas cosas.
            Mira que le pongo buenas intenciones a la vida, mira que trato de cargarme las pilas y desparramar buena energía a mi paso, pero es que vamos, no me sale ni una al derechas. Y encima, Vanesa en la comisaría, pobrecita mía,  a saber lo que le habrían hecho, que últimamente se ve cada cosa…¡Angelito mío!  El día antes, estaba como una gatita mimosa acurrucada en la cama conmigo, pidiendo, eso sí, porque cuando se pone así es porque quiere pedir. Quería que le comprase un Ipad, que me tuvo que explicar lo que era, porque yo con esos inventos ya me he perdido. Estuve contándole cómo hacía yo para estudiar sin ordenador, ni internet, ni nada de eso, pero claro, ella cree que en aquella época andaban los dinosaurios por la calle. Tampoco hace tanto, caramba, me acuerdo perfectamente de cómo grabábamos la música de la radio, con un magnetofón y dándole al “Play” y al “Rec” a la vez.
-¿Magneto- qué?- dijo ella mirándome como si no me conociese de nada- ¡Mamá! ¡Por favor! ¡Lo flipo contigo! ¡Qué antigua eres!
Sí, tendré que comprarle el chisme ese, pobre hija, es que soy muy dura…
            Por si llevaba poca prisa, me encontré con un coche de policía que me hizo una señal para que me detuviese. “Mira qué majos -pensé- han mandado una patrulla para escoltarme hasta la comisaría”.
            -Buenas noches- dije- Soy la madre de Vanesa.
            -Mucho gusto- me contestó uno de ellos- y yo el padre de Luis, pero estamos aquí para hacerle la prueba de la alcoholemia, señora, no para hablar de la familia.
            -¿La prueba de la alcoholemia? ¡Pero si es que no puedo pararme! ¡Que tengo muchísima prisa, hombre!
            -A ver, por favor, documentación…
            -¿Del coche o mía?
            -De los dos, señora, de los dos.
            -Pues no he traído ninguna, porque salí de casa muy deprisa, y la verdad es que siempre lo llevo todo, pero hoy…no llevo nada…
            -Mal empezamos. A ver, coja este tubito y sople fuerte…

            Según voy a coger el chisme me tiemblan las manos y se me cae al suelo, si es que tengo yo un pulso como para robar panderetas, de verdad.
            -Está usted muy nerviosa.
            -No señor, estoy muy tranquila, pero tengo prisa…
            -La prueba es negativa.
            -¿Y eso es bueno o es malo?
            -Bueno, mujer, bueno. Pero lo de la documentación…
            -Mire usted, la llevo siempre, ya se lo he dicho, pero es que hoy me llamaron porque han detenido a mi hija y entonces salí corriendo de casa y claro…
            Los policías de verdad no son como los de “Los hombres de Paco”, qué va, esto no tiene nada que ver, no vuelvo a ver una serie de televisión, son como los anuncios de juguetes, todo de mentira.
 Como no llevaba los papeles, me inmovilizaron el coche, pero eso sí, me llevaron ellos a la comisaría, que se ve que se habían cansado de hacer pruebas de esas y querían saber cómo acababa mi historia.
            “Menudo viernes, y yo me lo quería perder. ¡Como le hayan hecho algo a mi angelito…!” pensé
            Ahora me entero que los viernes por la noche, cuando quiere uno encontrar buen ambientillo, no hay que ir a las cafeterías ni a las discotecas, no, hay que darse una vuelta por la comisaría porque está aquello de gente hasta atrás. Una hora me costó que me dejasen ver a mi hija, porque antes tuvimos que rellenar todos los papeles míos, con la debida sanción por no ir documentada, y los de Vanesa, confirmando que me hacía cargo de ella, que me la llevaba, que es mía para siempre…
            Juro que a mí se me saltaban las lágrimas pensando cómo estaría la niña recluida por allí en alguna mazmorra de aquellas, hecha una penita, sola y dejada de la mano de todo el mundo.
            Cuando me pasaron a donde estaba ella, me la encontré con una tajada de aquí te espero, bailando en medio de un grupito de seres humanos de su edad y en las mismas condiciones psicológicas, y cantando a coro “Menos porras y más porros”, o también otra muy bonita que decía: “Con tantos maderos, haremos lapiceros”. Me dieron ganas de darle unos buenos azotes, pero me pudo la vergüenza  y me la llevé de allí a toda carrera para que nadie me viese salir de un sitio así y con una hija en esa situación.

            Cuando el taxi nos dejó en casa (no me devuelven el coche hasta que no presente la documentación), estaba dispuesta a echarle una arenga de cuidado, pero se tumbó en la alfombra de la entrada y se quedó como una morsa, dormida profundamente.
            Y yo me metí en mi cama, con la conciencia comiéndome la moral y preguntándome qué demonios he hecho mal en la educación de mi hija.
            Menos mal que mi otro yo, se puso serio y me dio un sermón que no veas: “Pero vamos a ver, ignorante de la vida, ¿cómo que qué has hecho mal? Llevas trabajando como una leona desde que tenías quince años, has sabido llevar una casa y una hija tú sola a pesar de tener unas deudas como los agujeros negros del espacio interestelar, has sacado tiempo para jugar con ella, para leerle cuentos, para hacer los deberes y para asistir a sus funciones en el colegio y a los cumpleaños en los sitios esos llenos de bolas que hay un ruido que te mueres. Por si esto era poco, te has comido su adolescencia con patatas (que jolín con la adolescencia de la nena), tiene en su cuarto una tele de plasma con Blue-Ray, una cadena musical, un móvil android  (que vaya usted a saber lo que es, pero que costó un pastizal)y una cámara digital, mientras tú sigues haciendo fotos con las de carrete de toda la vida y sin saber programar el video para grabar “Águila Roja” por no pedírselo a ella, porque se ríe y le parece muy triste que su madre vea esa “basura”, pero la niña 

escucha canciones de un grupito que se llama “Los mojinos escozíos”, y que se baja de Internet en su ordenador viejísimo y anticuado porque ya tiene tres años y “se peta que lo flipas”
            Mi otro yo, tiene razón en todo lo que dice, así que, no abro la boca, y le dejo seguir, porque me reconforta escuchar estas cosas que nadie más me dice: “ Estás buscando otro trabajo para las tardes mientras ella se queda en casa tocándose la barriga y hablando por teléfono con las amigas y los amigos esos con los que alterna, que me da que son todos igual de trabajadores que ella. Pero vamos a ver, zangolotina, ¿y todavía te preguntas en lo que has fallado? Has fallado en la cantidad de caprichos que le estás dando, has fallado en que con tu afán de protegerla no le estás enseñando lo que es la vida, y has fallado en dejarla que haga de su capa un sayo y viva en los mundos de Yupi, mientras su madre se deja la piel en el trabajo para que ella se queje de todo”.
            Así que, me hice el firme propósito de que el mismo sábado iba a hacer las cosas de otra manera: hablar con ella, decirle que tiene que trabajar si no mejora sus notas, y castigarla sin paga por la faenita de la comisaría que no va a quedar así. Que no se me olvide: hablar, trabajar y castigar. Es que, yo me conozco y por la mañana no me acuerdo de nada, que no es la primera vez: hablar, trabajar y castigar. Apliqué una regla de esas nemotécnicas: Ha-Tra-Cas, es fácil “atracas”, como atracar un banco, sí, así ya no se me olvidaría.
             Pero se me olvidó, claro que se me olvidó. Lo de las reglas esas está muy bien para el momento, pero con una noche por el medio, yo no me acuerdo de nada, y encima por la mañana me devano la cabeza: “¿Qué palabra dije yo? ¿A-sal-to? ¿Se- cues-tro? Sí, era “secuestro” porque me acuerdo que dije algo de un banco, y en los bancos secuestran siempre a alguien, pero con “secuestro” no sé lo que quería decir, ¿Qué demonios era “secuestro”? ¿Qué dije que tenía que hacer hoy?”
            Y así me quedé, sin acordarme de nada, con un complejo de amnesia que me dejó la moral por los suelos, mientras mi “pequeña” seguía durmiendo el “pedal” que llevaba la noche anterior.

            Menos mal que ya es lunes y la semana, aunque no ha empezado con muy buen pie, tiene delante seis días más para remontar.
            Esta mañana fui a lo del trabajo  para la pescadería del supermercado, y cuando me vio el encargado me dijo: “Bueno... es que yo había pensado en un hombre para este puesto…” . ¡Anda la osa! Para colocar las pescadillas y los bonitos ahora hay que ser hombre… Esto es nuevo.
            Me dijo que le dejase el curriculum, que lo iba a estudiar, pero vamos, lo dijo con la misma intención que me podía haber dicho que se iba a dar un paseo por Marte y al regreso me llamaba. Se quedó mirando un poco los informes que llevaba, así, por encima, como cuando yo echo un vistazo a "Jara y sedal", con el mismo interés, y de repente dice: “¡Qué pena! No va a poder ser, porque veo que no habla idiomas” .
 ¿Idiomas? ¿Para una pescadería hacen falta idiomas? 
“Es que …vendemos mucho para el extranjero, lo de exportar  y todo eso, ya me entiende”.
Y claro que le entendí,vamos, que quería darle el trabajo a un hombre y no sabía cómo quitarme del medio.

            “Mire, le dije, el puesto se lo da usted a José Luis Moreno, el de la tele, que creo que habla siete u ocho idiomas y además, le puede poner voces a los pescados. Yo es que sólo hablo el griego, mire mire: ¡Joroña, que joroña!”
            Y me fui, sin trabajo, pero más ancha que larga, porque está ya una muy harta de que le tomen el pelo. El puesto se lo dieron a un vecino mío esa misma tarde, que por no hablar, no habla bien ni el español, pero eso sí, al sitio le va que ni pintado porque tiene una cara de besugo que no puede con ella.
            Seguiré buscando, claro que sí, porque han dicho en la tele que las mujeres ya no tenemos problemas de discriminación laboral, bueno, unos pocos, pero casi nada, y entonces yo ya estoy más tranquila. 
Mientras tanto voy a seguir tomando café para juntar muchas etiquetas de esas, de los frascos y mandarlas a ver si me toca un sueldo para toda la vida. Eso sí, en los datos personales, voy a poner que me llamo Ambrosio, no sea que para esto también hayan pensado en un hombre y me joroben.

                                                                   **************************

Como siempre, si te hice sonreír, ¡qué bien!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡¡Qué bien si comentas algo!!