viernes, 5 de noviembre de 2010

TIEMPOS MODERNOS

Una sonrisa para el fin de semana, que nunca está de más ¿verdad?:



       Mi padre ha venido a pasar una temporada con nosotros. Con su afán de “no dar impertinencias” no pregunta nunca nada.


  Ayer casi se intoxica cuando se puso el desayuno.
 -¡El abuelo desayuna leche con muchas pompas!- dijo Luchi.
  Llegué a tiempo de retirarle la taza. Lo que había echado  era ¡¡gel de baño!!.
-¡San Pedro! - dijo a verme tan enfadada-Como ponía con cereales, miel, soja y es blanco…!”
-Yo lo flipo con el abuelo- dice Rober- Ayer me apagó la tele en medio de un partido que estaba jugando con la Play. Le he dicho que no puede hacer eso si no lo tengo grabado todo en la Memory Card, pero no se entera…
-Estos chicos tuyos- me dice mi padre – parece que funcionan con la luz, coño, están todo el tiempo conectados a los cables, como un día se fundan los plomos se te quedan ahí, paralizados.

                                                                                 
Y yo en medio, templando gaitas para que la discusión no vaya a mayores.
-A ver, papá, que son otros tiempos, hombre, ahora tienen más aparatos y ya sabes…
-Más aparatos sí, desde luego, que hasta para calentar un “jodío” vaso de leche hay que ser ingeniero. En el pueblo la bebíamos de la vaca directamente, y aquí hay que meterlo en el horno ese que lo metéis todo pero que luego decís que da cáncer.
-¡Bueno, papá, que el microondas es más cómodo!
-Eso sí, vais a ser los más cómodos del cementerio.
-¡¡Mamá!! ¡El abuelo ha desprogramado la televisión!- dice Luchi desde el salón.
-¡Abuelo! – se enfada Rober- Que hay que encender con el mando negro pero luego se busca el canal con el gris, que es el de la TDT, pero no toques en el regenerador de sincronismos porque entonces la señal que se ve es la del DVD, que te lo he dicho mil veces, que tienes que poner AV, abuelo ¡AV! Y no lo apagues del todo, déjalo en stand bay, y luego le das a Power.
-¡Joer! Pues en el supuesto caso de que yo fuese capaz de hacer todo eso que has dicho, que ya te voy comentando que no, cuando lograse enchufar la tele, los de “Los hombres de Paco” tendrían todos doscientos años.






-¡¡”Los hombres de Paco”!! dice, ponte a ver los Simpson que por lo menos son más normales.
  Y allí veo a mi padre, pequeñito, como si no quisiera ni estirarse para no molestarnos, sentado entre Luchi y Rober, que se tronchan ya sólo con la música de los dichosos dibujos.
  El abuelo tiene los ojos muy abiertos, no se ríe, sólo observa. Aguanta hasta el primer intermedio y se levanta apoyándose en el bastón.
-¡¡Manda mecha!! Esos dibujos tienen todos la “tiricia”, están amarillos de cojones, la madre tiene el pelo azul, el padre es un vago bebedor de cerveza y encima, los ponen a todas las horas del día. Y estos son los “normales”…
  Va hacia el pasillo cojeando un poco, la última ciática le dejó secuelas que tardan en abandonarle. Escucha las llaves de Luis que está llegando a casa y se da la vuelta todo lo rápido que puede para recibir a su yerno.



    Yo sé que Luis no es santo de su devoción, pero conserva esa educación que no viene en los libros, ese respeto innato, laureado por un finísimo humor ácido que Luis no siempre sabe o quiere entender.
   -Vamos a ver al cabeza de familia…




   -Abuelo, no empecemos, cada uno tiene la cabeza como la tiene -dice mi marido al que no le gusta que le gasten bromas antes de comer.
   -¡Bueno! Pues sí que viene “suspectible” hoy tu cónyuge, hija, yo que lo he dicho con la mejor de las intenciones…
  -Venga, papá, que Luis viene muy cansado, vamos a dejarle que coma tranquilo.
-Sí, hija, sí, se le ve agotado.
Y se va hacia el cuarto de invitados rezongando por lo bajinis, pero lo suficientemente alto como para que lo escuchemos.
-¡¡Agotado, agotado!! A este le quería ver yo doblando el espinazo en el campo, que no sabe distinguir un puerro de una castaña…
  Menos mal que a Luis le suena el móvil y se corta un poco la tensión.
-¿Sí? Sí, dime, dime… Estoy llegando a casa, sí, pero no lo tengo aquí, lo dejé en el Ipod, no sé, de memoria no lo sé, te llamo luego y te lo confirmo. Oye, te dejo que me están llamando por el otro.
-¡¡Coño!! Tan fino que es y luego le suena la música de Paquito el Chocolatero, que es más antiguo que cagar de pie.
-¡¡Papá!!
-Ni papá ni nada. Yo mañana me voy para el pueblo, que allí me lavo con jabón “Lagarto”; enciendo la tele dándole a un botón; la leche tiene un dedo de nata, que me la trae un vecino


recién ordeñada; las únicas músicas que suenan son las de las gallinas del corral; y si me tiembla el pulso cuando voy al baño y meo fuera, no aparece mi hija subida a la fregona poniéndome verde. Que seréis todos muy modernos pero para mi gusto… os falta lo mejor: la tranquilidad.
Rober llega en ese momento y me pregunta ilusionado a dónde vamos a ir de vacaciones este verano.
-Al pueblo- le digo- Iremos a casa del abuelo unos días.
-¡Pero qué dices! Aquello no es zona Wi-Fi. No podré conectarme al Messeger, no habrá cobertura para el móvil, no tendré e.mail ¿Qué vamos a hacer allí? 
  No le contesto, se me viene a la memoria la voz de mis amigas, con la goma de saltar por las
rodillas porque empezábamos “a segundas”, o la comba subiendo y bajando en el cielo


despejadísimo del verano castellano:

“Soy la reina de los mares, y ustedes lo van a ver”


























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