lo que faltaba
Lo
que faltaba, sí, papá y mamá a la cárcel.
Todo
empezó cuando el abuelo fue a comprar un bote de melocotón y le dieron un
papelito para que lo rellenara porque a lo mejor le tocaba la rifa de un viaje
a Canarias.
Y
le tocó.
Un
viaje para dos personas a una isla de las que están tan lejos que no caben en
los mapas y las ponen en una esquina, como pegadas allí para que no se nos
olviden.
-Nosotros
no podemos ir, con lo de la abuela... imposible.
“Lo de la abuela” es que le dan pánico los
aviones, pero no todos, solo los que pasan por encima del mar, porque no sabe
nadar J J
Ella
puede ir desde lo de arriba del mapa hasta abajo y volver sin bajarse, siempre
que no haya azul por debajo va feliz y sin preocuparse de que si el avión se cae,
se hace una tortilla de abuela bastante maja, eso le da lo mismo, pero
sobrevolar el mar...eso sí que no. Se imagina flotando por ahí meses y meses a la deriva porque al no saber nadar
no podría llegar nunca jamás a ningún sitio. Yo, para tranquilizarla, le digo
que antes de todo eso se la zamparían los tiburones, las ballenas jorobadas o
las orcas asesinas, pero no me cree, no hay manera de que me haga caso, luego
dice que yo soy cabezota como mamá (ella es la madre de papá).
-Que
vayan “los chicos”- dice el abuelo- nosotros estamos a gusto en casa.
Pues
ya está, vamos Lola y yo. ¿No?
Pues
no señorito, para ellos, “los chicos “
son papá y mamá. Se han echado todos a reír y no nos han hecho ni caso. Que si
somos muy pequeños, que si no podemos ir solos, que si eso no es para niños...
Pero luego, si queremos otras cosas como hacer un concurso de pedos o comer los
macarrones con la mano, dicen que no, que ya somos "mayorcitos". ¿En
qué quedamos?
Un
morro que lo pisan, eso es lo que tienen. Van en avión y vuelven en barco,
menuda pasada, y nosotros en el colegio. No es justo, no lo es.
Nos
han dejado con los abuelos una semana, que es otra cosa diferente a estar en la
playa, pero que también mola.
Como
el abuelo ya no quiere conducir, nos lleva y nos trae al colegio en taxi, como
si fuésemos ricos, pero no.
La abuela nos hace para comer solo
las comidas que nos gustan, las otras no:
-El
pescado y las verduritas para cuando estéis con mamá, que las hace más ricas que
yo.
Mentira
podrida, la abuela lo hace todo mucho más rico que cualquiera, pero no nos
quiere poner pescado y verduras porque sabe que protestamos y Lola vomita. Un
ascazo que lo flipas.
Juegan
con nosotros todo el rato, y eso que no tienen Play, ni tablet, ni nada, pero
ni nos acordamos de esas cosas. Jugamos al parchís, a la oca y hasta estoy
aprendiendo a jugar a ajedrez. Lola lo confunde todo, ayer le "comió"
al abuelo dos peones, la reina y el rey, contó "dieciveinte" por el
tablero del ajedrez y terminó diciendo "de loca a loca". Tiene una empanadilla un poco mental, la
verdad.
Por
la tarde, mientras hacemos los deberes en la antigua habitación de papá, la
abuela plancha en la cocina y pone en la tele programas que vocean mucho y eso
que son mayores.
-Pero
yo no lo veo, eh, solo lo tengo ahí para que haya ruido, pero verlo, no lo veo-
dice en defensa propia.
Pero sí que lo ve, sí, que el otro
día le quemó al abuelo su camisa favorita porque dejó apoyada la plancha
mientras se quedaba "opiplática" mirando no sé qué. Y también ve
"Hombres, mujeres y viceberzas" , que lo sé yo aunque ella lo niegue.
Hemos pasado unos días “muy
geniales”, pero justo cuando estábamos esperando ya que llegasen papá y mamá
del viaje, han llamado al abuelo .Ellos no se han dado cuenta, pero yo lo he
escuchado todo:
-Llamaron “los chicos”, ya están
ahí, ya han “atracado el banco”.
-¿Sí? ¿Y todo bien?
-Sí, sí, ningún problema.
¡Dios! Pero ¿los abuelos también van
a estar implicados? ¡Con lo buenos que parecían!
-Menuda familia tenemos, Lola, tendremos
que prepararnos a hacer un montón de bocadillos para llevárselos a la cárcel
con una lima dentro, como en los cómics, para que limen las rejas y puedan
escaparse de allí.
Pero no sabe guardar un secreto, es
una niña cotorra y chivata que lo tiene que cacarear todo.
Cuando papá y mamá llegaron por la
noche, allí estaba ella, con dos rebanadas de pan Bimbo y una lima de cartón de
las uñas dentro, dándoselo a mamá:
-Toma, “pa” que te “ecape”.
Hala, todos a besar a la mocosa, y a
mí, que soy el que tiene las ideas, ni caso.
-¿Escaparme? Pero ¿de dónde, mi
vida? ¿De dónde me tengo que escapar?
-De la “cáce”, lo dijió Pepín.
¡Pum! Todos los ojos hacia mí. Y los
ojos no tienen boca, pero preguntan que da gusto.
-¿Pero no habíais atracado un banco?
Ji,ji. Ja,ja. Jo,jo.
Pues yo no me río.
No me hace ni pizca de gracia.
En mi clase de 4ºA todavía no hemos dado nada de eso. ¿Cómo
voy a saber yo que cuando llega un barco al puerto se dice que “ha atracado”?
-¡Ven aquí, tontín!- dice mamá.
-Pepín, tontín, bobín, idiotín,
pavín…
Lola casi no sabe hablar, pero hay
cosas que aprende rapidísimo.
-Imbecilín, memín, sosín, tontín.
¡Bah! Y encima se repite.
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